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 LOS ETERNOS PERDEDORES
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 Desde el año pasado estamos participando de una trágica comedia, una obra que ha conmovido a la opinión pública de casi todo el mundo. La historia de un niño que fue rescatado a bordo de un neumático, que para los conocedores del mar, no deja de tener su toque milagroso. Un neumático rodeado de unos delfines guardianes, en medio de un mar infestado de tiburones y acostumbrados a su dieta de carne humana, un niño que no perece de hipotermia, deshidratación, no es afectado por la insolación, etc. 
Esta desagradable comedia donde desaparecieron varios cubanos, muy bien olvidados, como todos los que han desaparecido en su intento por llegar a otras tierras, que le brinden cuando menos un poco de esperanzas, se ha convertido en la batalla campal, entre los que apoyan los deseos de la infortunada madre, y la de aquellos, que aferrándose a los derechos indiscutibles de su «padre» y toman como arma, no en la defensa de éste y menos aún en la del niño, se ponen del lado opuesto, o sea, del lado de aquel régimen autor directo de todos esos muertos. 
Es una guerra entre dos ideologías, para qué vamos a ocultarlo, es una batalla entre los que aman  la libertad y los que desean imponer un sistema opresivo y totalitario como el que impera en Cuba. ¿Dónde está la verdad? Se encuentra en el lado que les convenga a muchos, de un lado, la comunidad cubana en el exilio, la que verdaderamente conoce y vivió ese sistema que un día los llevó a la dolorosa decisión de abandonar su tierra. Del otro lado, un pueblo sin voz y sin rostro, un gran puñado de seres que participan en manifestaciones y luego en la oscuridad de la noche, marca sus colas frente a las embajadas de sus enemigos, para luchar una salida a esa angustiosa vida que llevan desde hace cuatro décadas. Detrás de esos dos principales grupos, un tercer puñado de mercenarios, esos que a toda costa necesitan mantener vivo ese sistema, único bastión existente de esa fracasada y nefasta ideología. Hay que mantenerla viva a toda costa, es necesario, porque sin ella no podrán vivir de sus mentiras, sin ella no habrá un punto cardinal hacia donde orientar sus falsas brújulas. 
Todo muy bien hasta aquí, cada cual usa sus armas para defender lo que creen es justo, pero, ¿quién es el perdedor en esta guerra? El único, el que siempre ha perdido en todos estos experimentos, el pueblo cubano, el perdedor eterno, el que ve como se derrumban sus casas, el que sufre la existencia de una invulnerable libreta de racionamiento, el testigo único de la destrucción de un país que no ha sufrido ninguna guerra desde 1961, guerra llevada a cabo en las afueras, lejos de las ciudades, de los pueblos, pero, que los efectos destructivos de aquellas bombas, se sienten hasta nuestros días, es por ello, que el país entero se encuentra en la ruina, debemos culpar a alguien al menos. 
 Alegra a muchos canallas el desarrollo de esta estúpida batalla, digo estúpida, porque hasta hoy no había visto a un Presidente de país alguno, envuelto en algo tan absurdo, un hombre que es capaz de paralizar todo un país en numerosas manifestaciones, para llevar adelante una guerra sin sentido, la disputa de un niño. Sin sentido, porque el mismo que hoy se para a reclamar a ese hijo de Cuba, años atrás asesinó a muchos de ellos, seis años antes, salieron de esas mismas costas cubanas decenas de infelices, con el consentimiento de sus asesinos, en una maniobra política como la que se desarrolla ahora. 
Ninguno de esos mercenarios, y valga que redunde en esta palabra, son mercenarios porque se han metido en un asunto que es netamente cubano, en algo que se debe arreglar entre cubanos, apoyan ciegamente a un asesino, lo llaman Presidente, compañero, camarada, y sus muertitos no son tal cosa, son gente que salió de vacaciones. Ninguno de ellos quiere saber, cuánto le cuestan todas esas payasadas a nuestro pueblo, miles de hombres movilizados, millones sacados de sus puestos de trabajo para complacer a un demente, en marchas estúpidas, consignas que no le alivian el dolor a un enfermo, no le quitan el hambre a un estómago en ayunas obligatorias, no reparan una casa desvencijada, una calle llena de baches, la falta de agua. 
Nada, el perdedor es el mismo, el que siempre pierde es el pueblo cubano, hoy es esa guerra por ese niño, mañana lo será discutiendo el record de una vaca cubana, el semen que da un toro, los centímetros que salta un negrito y es suspendido por consumir coca, las jineteras que recorren el malecón de La Habana, etc.,etc. Siempre habrá algo para que ese enfermo mental libre una batalla, dirija una guerra, movilice a su pueblo, declare estado de alerta, etc., porque sencillamente está loco, está enfermo y todos lo saben, pero es necesario sacrificar a ese pueblo, es necesario e imperioso salvar la ideología, aunque tengamos que hundir la isla y matar a millones de cubanos. 
 No hay que ser Psicólogo ni Psiquiatra, para comprender que está cada día más enfermo, que su vanidad y ego ha hundido todo un pueblo, que sus repulsivas muecas las comprenden hasta los niños, solo los ciegos fanáticos no lo comprenden, luego, cuando todo haya terminado temporalmente, hasta que aparezca otro héroe o mártir, deben echarle la culpa al bloqueo de todas las desgracias que ocurren en la isla. Hasta que se encuentre otro motivo para una nueva batalla, y si no aparecen se fabrican, porque en esa ideología y sistema, ellos son imprescindibles para seguir, para culpar a otros de las constantes derrotas, para convertirlas en victorias y poder seguir captando a otros idiotas. 
  
 
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
2-4-2000.