«El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos»; dice
la letra de una canción
de Pablo Milanés, no puedo negar que disfrutaba con sus creaciones
románticas, pero el tiempo pasa de verdad y con él van
desapareciendo los
recuerdos, mucho más rápido cuando se vive del lado de
acá, entrañables
momentos que se van involuntariamente de nuestra memoria, otros, tratamos
de
olvidarlos porque eran malos y constituyen una pesadilla, deseamos
pensar
que nunca existieron.
Ya se me van olvidando el nombre de algunas calles, tengo que
preguntarle
a otras personas para rescatarlos, mañana se me olvida el de
una mujer con
la que hice el amor, fueron tantas, pero me confunde aquello de los
nombres
inventados y que pusieran de moda los cubanos, mas que nombres de mujer,
parecían marcas de refrigeradores o bicicletas, lo usaron con
los hombres
también.
Se esfumaron con el viento el canto de los grillos, el croar
de las ranas,
el olor a campo de cada mañana cuando viajaba hacia La Habana
y hasta el del
mar, mi inseparable compañero, sin embargo, ya pasó el
tiempo de sentir esa
nostalgia que a veces enloquece y dan deseos de regresar, aunque se
sepa que
es solo para estar preso.
Se me van olvidando las cosas y ya no sufro, todo lo contrario,
creo que
ni me importa, que aquello nunca existió, ni mi barrio, ni mi
gente con sus
dicharachos, las buenas y provocativas hembras meneando el culo, para
arrancarte la vista inoportuna e indecente, para despertar el celo
de tu
mujer o la amiga que te acompaña en esos momentos, porque así
son algunas de
cabronas en el patio.
Me duele llegar a pensar que se me olvidan los amigos, no aceptaré
que eso
sea cierto, si volviera a nacer haría lo imposible por tratar
de
rescatarlos, pero todo es muy real, cada día que pasa lo siento
menos y mi
barrio es otro, con gente que hablan mil idiomas que no comprendo,
me llego
a cualquier bodega y me pongo a conversar con sus bodegueros como lo
hacía
allá, esto me pone contento, tal parece que siempre fueron mis
vecinos y que
aquellos a los que siempre quise, nunca existieron.
Por eso escribo tanto, para conservar las cosas dentro de su
tiempo, es lo
único que dejo para el que venga detrás, ese es mi legado,
tal parece que
nunca he pescado a la orilla del mar, que no he hecho el amor bañado
por sus
olas, el tiempo pasa de verdad y se me olvida que nunca fui tan blanco,
de
una blancura casi enfermiza, eso siempre lo había criticado,
pero hoy me
gusta y me atrae la carne con ese color porque la encuentro más
pura, y las
mulatas se ponen casi blancas, muy apetitosas, y las negras son de
otro
color, son casi cenizas pero nunca llegan a ser tan oscuras.
Ahora uso menos ropas en invierno y hasta encuentro agradables
algunas
temperaturas bajas, no tan frías, pero se duerme mejor, no se
suda, es
exquisito hacer el amor comenzando tapado y luego, cuando el cuerpo
se
calienta, quitarse todos los trapos de encima, se me olvida lo que
es
templar bañado en sudor, salados y resbalando cuando frotan
ambos cuerpos,
para luego tratar de darse un baño y que no haya agua, se me
olvida lo que
es continuar con el olor a semen en los huevos, mezclados con la leche
de la
hembra, con esa que se pide tanto antes de llegar al orgasmo.
No sé si alguna vez vi una pelea de perros callejeros,
animales con sarna
y hambre, descojonados, pero aún así, tratando de agarrarse
una hembra, son
fieros y amargados aquellos animales, iguales que los gatos con el
estómago
vacío, así debemos ser todos, pero no lo recuerdo tanto.
Se me olvida poco a poco las letras de mi himno, espero que me
sepan
disculpar mis foribundos compatriotas y algunos empedernidos patrioteros,
pero tengo mis razones para ello, nunca me he dejado llevar por la
sublimidad de los símbolos creados por el hombre, me inclino
por lo divino,
por aquello en lo que no creen mis enemigos. Se me olvidan las letras,
porque me cansé de ese llamado a la guerra, han muerto muchos
cubanos si,
desde la guerra de independencia para la que fue concebido, pero después,
ha
n muerto muchos más cubanos, desde Estrada Palma hasta Castro,
el himno ha
sido usado por Presidentes regulares y malos, no he conocido alguno
bueno,
si existió, yo no me encontraba entre los vivos en aquel momento.
Olvido las letras, porque yo no nací en Bayamo y no me
gustan los muertos,
además, se cantó para ir a la guerra contra los colonialistas,
ahora es un
buen momento para cantarlo delante de los hoteles que tienen los
extranjeros, donde le prohíben entrar a los cubanos, deben cantárselo
a
ellos, pero evitar que se use entre cubanos, frenar un poco a la fábrica
de
muertos. Me doy cuenta cuando escribo estas líneas, que hay
cosas que trato
de olvidarlas y no puedo, son como una pesadilla, tal vez un mal sueño,
pero
permanecen allí donde no quiero, hirientes y tratando de refrescarme
la
memoria, espero que me disculpe Perucho Figueredo, el autor de nuestro
himno, pero el mío es otro desde hace mucho tiempo, es un canto
al amor y a
la paz, a la unión de todos los que compartimos el mismo suelo,
si quieren
acusarme de no ser patriota tampoco me importa, en definitiva, no creo
en la
Patria que solo produce muertos, no creo en los patriotas con himnos
de los
cuales se creen dueños, no creo en las patrias que se convierten
en cárceles
y en cementerios.
Se me va olvidando los colores de mi bandera, tengo la duda de
haber
tenido alguna, la de hoy es propiedad de los muertos de ayer y los
muertos
de hoy serán sus dueños mañana, entonces habrá
que producir otros muertos,
para que se mantenga como una propiedad privada, perdonen mil veces
que se
me olviden esas cosas, pero han sido usadas por muchos que dañaron
a sus
pueblos, mis símbolos son diferentes y no hieren a nadie, no
ofenden y yo
soy su dueño.
En mi ventana se posa un Gorrión, es un pajarillo
nada elegante, su traje
es color cenizo con toques de chocolate, no tiene buena voz, pero me
cae muy
bien, existe en el mundo entero y es increíble que en China
se desató una
guerra contra él, siendo tan pequeñito llenaron camiones
con sus cadáveres,
me trae otro recuerdo; cuando los cubanos están deprimidos,
tristes o
aburridos dicen; «Estoy con el Gorrión», ningún
extranjero lo comprenderá.
El Gorrión es un ave que no puede vivir en cautiverio,
cuando se mete en
una jaula muere de tristeza, de ahí el origen de ese dicharacho,
por eso me
gusta esa ave, porque prefiere morir antes de vivir preso, siempre
lo tengo
presente y nunca lo olvido, no es de esas aves que se marchan cuando
llega
el invierno, sin embargo, me he olvidado del canto del Sinsonte, es
sumamente bello, parece haber estudiado en un conservatorio, es de
un
plumaje más hermoso que la del pequeño gorrionzuelo,
con tonalidades
blancas, grises y negro, pero no soporto que cante feliz dentro de
una
jaula.
Siempre me consideré una Gaviota, admiré su libre
vuelo en el medio de los
océanos, donde nadie las puede molestar, donde ellas van a favor
o en contra
del viento y nadie las interrumpe, pero ahora se me antoja que soy
como el
pequeñito Gorrión, creo que así somos los cubanos
que andamos regados por el
mundo, soy como él, no canto y soy feo, pero sin libertad me
muero.
Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
17-07-2000.
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