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 COREA DEL NORTE (3)
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 CAPITULO FINAL

Había destinado dos bodegas para cargar maicena en sacos, y las otras tres restantes para carga general, tomaríamos alrededor de unas 10 000 toneladas de carga, que en un pais en condiciones normales podían consumir unos doce o quince dias máximo en las operaciones, en paises desarrollados estas se realizaban en una semana aproximadamente. Todo comenzó con mucha normalidad en apariencias durante los tres primeros dias, apartir del cual, aparecerían las dificultades características de todo el campo Socialista, acompañada de las ineficiencias en lo concerniente a las operaciones portuarias, esto lo digo por haberlo observado en casi todos los paises del Este que visité.
Diariamente recibía en mi oficina a cuatro o cinco personajes a las doce del día, con el pretexto de reunirse conmigo para analizar las operaciones del buque y la carga disponible en el puerto. Yo sabía perfectamente que lo único que buscaban era la invitación al almuerzo, y por ello ordené al sobrecarco que mantuviera una mesa preparadas para ellos diariamente. Esto no lo teníamos orientado, pero nunca se me privó de esta facultad como jefe de departamento, era una cosa muy común en los paises como el nuestro, y en los demasiado pobres. En Cuba siempre tuve la norma de mantener invitados al almuerzo, al Jefe de los estibadores, que casi siempre venía con su segundo, al Jefe de la tarja y al Inspector de averías, lo hacía principalmente por la cooperación que ellos me brindaban durante todas las operaciones, colaboraban incluso en tareas que le correspondían a los marinos, como la recepción de víveres, etc, y su ayuda era para todos nosotros muy valiosa, ya que las brigadas de guardia eran de tres hombres para atender cinco bodegas, lo cual resultaba en ocaciones fatigosa. Lo hacía también por un problema de humanidad, yo tenía siempre presente en la memoria, lo que se padece cuando se tiene hambre y si estas concesiones las hacía con los cubanos, no encontraba razón para negársela a los coreanos, en definitiva, no era un exquisito manjar el que estaban disfrutando, pero estaba mejor que el que les ofrecían en el comedor del puerto.
Llegó el momento en el cual aquellas frecuentes visitas me molestaban, llegaban con los zapatos llenos de nieve y carbón que al derretirse dentro de la oficina, el piso quedaba espantoso y a mí siempre me gustó tenerlo límpio, otra razón era, que de ellos habían algunos arrogantes y se diferenciaban en la calidad de la vestimenta de acuerdo a su rango, solo uno me caía bien pero éste no hablaba en presencia de los otros, era el mas humilde de todos y vestía como los colegas del puerto, aunque mas límpio por la característica de su trabajo, me refiero al jefe de la tarja, la persona que debía entregarme el reporte diario de lo cargado, para así mandar el reporte a La Habana.
De esta situación me salvó la entrada de un barco ruso, algunos de sus tripulantes pasaron por nuestra nave, y uno de sus Oficiales me invitó a que lo visitara, lo cual acepté sin vacilación para cambiar un poco de ambiente. Es de destacar que aquellos marinos y otros polacos que arribaron posteriormente, se condolían por nuestra situación y nos contaban de los cambios que habían tenido desde la caída del bloque, para beneficios de ellos en cuanto a salarios, tratos, alimentos y sobre estas cosas, la desaparición del fantasma del Comisario Político de los barcos, observé sobre la cubierta de su buque mas de una veintena de autos que los tripulantes habían comprado de uso en Bélgica, algo todavía prohibido a los marinos cubanos.
Después de compartir con ellos durante varias horas, les pedí que me regalaran un afiche de Gorvachov, de ser posible el mas grande que encontraran a bordo, los rusos se rieron y pensaron que yo estaba loco, ya que el viejo Gorvi no era bien visto en La Habana después de la Perestroika, lo encontraron y partí con mi trofeo de regreso, colocándolo en una de las paredes de mi oficina.
Al siguiente día, cuando llegó la comitiva de coreanos con sus pies sucios y vieron mi afiche, dieron tremendo brinco y me preguntaron si yo quería a Gorvachov, al responderle que lo amaba y que me gustaba la perestroika, salieron del camarote como si les hubiera puesto un cohete en el fondillo, y a partir de entonces, solo se limitaron a entrar directamente al comedor, sin joderme mas la existencia. Esto tiene su explicación, unas semanas antes el viejo Gorvi habia visitado a Corea del Sur, y aquello fué una ofensa para los camaradas del gordito Kim, sin embargo, tenía que continuar viniendo el Jefe de la tarja con el cual yo estaba interesado conversar.
A los pocos días el hombre tomó confianza y me pidió un jabón de baño, como yo había comprado en China  para llevar a mi casa y para mi consumo, le regalé los jabones cubanos que me dieron  en el barco, y el hombre se puso de lo mas contento, mientras los escondía dentro de su ropa, como si fuera algo sumamente peligroso lo que estaba haciendo, aquello me producía una verdadera lástima y veía en su rostro el reflejo de la verguenza por lo que estaba haciendo. Era muy poco el tiempo que disponíamos para conversar, ya que sus otros compañeros estaban esperando en el salón por la hora del almuerzo, y muy posiblemente midiéndole el tiempo que despachaba conmigo.     Uno de esos interminables días en alquel infierno, el Jefe de la tarja sacó de su bolsillo tres diminutas manzanas verdes, creo que no sobrepasaban el tamaño de un limón, y me las ofreció como símbolo de gratitud por los jabones que le había regalado, yo las acepté con mucho gusto y sinceramente estaba deseando que se marchara para comerme una de ellas, pués hacía mas de dos semanas que no probábamos frutas ni vegetales, pero terminando de entregármelas me dijo que ese era el almuerzo, que le habían dado a los estibadores ese día.
Tuve que rogarle que las aceptara de nuevo y suplicarle que se las llevara a sus hijos, aquel gesto de ese coreano me partió el alma, creo que me ha servido de mucho en la vida, sobre todo en los momentos difíciles, cuando uno está agobiado de problemas creyendo encontrarse en un callejón sin salida, entonces solo he tenido que mirar para atrás o a mí alrededor, y aquello me dá aliento para seguir luchando. Al principio se sintió algo ofendido pero logré convencerlo, después le ofrecia cuanta cosa me era innecesaria y que sabía que él podía utilizar. Le conté a los marinos la situación de esa pobre gente, y le dí ordenes a los cocineros de no botar absolutamente nada de lo que restara de las comidas, luego los mismos marinos a escondidas de los jefes, se la llevaban a los estibadores a las bodegas y el espectáculo era dantesco, no creo que valga la pena describirlo.
Me contó el coreano a duras penas los momentos que estaban viviendo y se interesaba mucho por el mundo exterior, del que estaban ausentes desde que finalizara la guerra y Kim llegara al poder, entre otras cosas me dijo; que para ir al cine era cuando el Comité del Partido de la cuadra te diera la invitación, y no podía ser al cine que uno quisiera, era a uno en especifico, la repartición de la ropa era algo por el estilo, por ese motivo el Agente que atendía al buque se vestía de una forma, su Jefe superior de otra y así escalonadamente, mientras que los del pueblo todos se vestían igual y del mismo color.
Vi en la televisión escenas, donde habia una larga fila de coreanos que pasaban ante un dirigente, que les entregaba una cajita como de zapatos delante de un cuadro de Kim, y aquellos infelices hacían un millón de reverencias ante el mencionado cuadro, no era necesario comprender el idioma, aquel pueblo estaba totalmente destruido, estaba moralmente destrozado.
Las operaciones de carga en las bodegas de maicena se pararon inexplicablemente durante mas de una semana ,y por mucho que traté de averiguar los motivos nadie me daba una razón, por suerte ya tenía a un amigo y éste me dijo; que el problema era que el trén que traía el producto desde no se cual pueblo, se había perdido y nadie sabía de su paradero. Ustedes se dirán; coñóóó!, la verdad es que éste tipo está apretando y se reirán, pero les aclararé que a mí no me sorprendió, ya que en una ocasión salió un tren cargado de papas desde La Habana para Santiago de Cuba, donde la situación era crítica y el tren se rompió por el camino, echándose a perder toda la papa y la población siguió pasando hambre, y Cuba es mucho mas pequeña que Corea.
Otro día ví desfilando a todos los coreanos del puerto con una flor en la mano, pocos minutos mas tarde se personó en el barco un dirigente diciéndole al Capitán, que tenía que hacerle una carta al camarada Kim felicitándolo por no sé cual razón, después en la cubierta me preguntó si yo no iría a ponerle flores a la estatua de Kim Jr. y le respondí que yo solo le ponía flores a mis muertos, el tipo partió a informarle al Capitón que yo tenía problemas ideológicos, estos tipos todos los días tenían alguna sorpresa para nosotros.
Se aparecieron con un tractor cargado de barriles vacios para que se los llenáramos de diesel oil, para las operaciones del puerto, como el Capitán se negó aquello fué una ofensa y le enviaron una protesta a la señora que representaba nuestra Empresa, la esposa del agregado militar de la embajada, quien ignorante al fín de nuestra situación nos pedía que colaboráramos con los hermanos coreanos. Carajo ! como si le bastara poco que el tener el barco parado allí, le costaba al país diariamente mas de 2 500 dolares.     Las tragedias de este viaje no terminaron en Corea, después nos complicamos aún mas pero es tema para otro trabajo, ya que es muy extenso. Hace solo unos meses ví como dije anteriormente, las noticias alarmantes sobre la dramática situación del pueblo coreano, donde muchas personas estaban muriendo de hambre, pero solo unas semanas después, tramsmiten un gran desfile militar realizado en Pyongyang, para celebrar no se cual efeméride, esas son las cositas que no me explico de esta gente.
Confundido no salí este viaje de Corea, ya lo estaba hacía rato y había encontrado respuestas a muchas de mis preguntas en mi recorrido por casi todo el Campo Socialista, de una cosa estaba seguro, ese no era el futuro que yo deseaba para mi patria, y ya en mi suelo me quedaba muy poco al ver que no existian esperanzas de cambios para beneficios de nuestro pueblo.

NO CREO QUE ESTE SEA EL PRODUCTO QUE QUIEREN VENDERLE A LOS PUEBLOS LATINOAMERICANOS.
 
 
 

Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá.