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12 de agosto 
de 2001

  

  

 
 
 
 
 

 

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 Fidel, en la recta final

 El líder cubano, que cumple mañana 75 años, mantiene las riendas del poder sin concesiones a sus críticos
 
 MAURICIO VICENT | La Habana

Si se cuenta desde el 26 de julio de 1953, día en que asaltó el cuartel Moncada junto a un centenar de fieles, incluido su hermano Raúl, Fidel Castro lleva 48 años como dirigente político. Si su almanaque político comienza el 2 de diciembre de 1956, cuando desembarcó a orillas de la Sierra Maestra para derrocar a Fulgencio Batista, son casi 45 años en la brega revolucionaria. Si, como es habitual, es el 1 de enero de 1959 el momento de empezar a contar, Castro lleva 42 años, siete meses y 12 días como líder de Cuba, que no es poco.

Fidel Castro cumple mañana 75 años y todo parece indicar que seguirá rigiendo los destinos de Cuba durante un buen tiempo más. ¿Cuánto? Nadie lo sabe. 'De momento, ningún patriarca socialista, ni tampoco Franco, ni Trujillo ni Porfirio Díaz le hacen sombra. Sólo el dictador brasileño Getulio Vargas se ha aferrado a la silla del poder más años que él', indica un diplomático europeo acreditado en La Habana.


Para unos es un dictador sin más. Para otros, la última llama revolucionaria del Tercer Mundo


  

 

 

Castro llegó ayer a Venezuela, donde celebrará su cumpleaños junto al presidente Hugo Chávez y recibirá la condecoración de la Orden de la Angostura, que concede el Estado de Bolívar. A pesar del desmayo que sufrió el pasado 23 de junio, mientras pronunciaba un discurso ante 50.000 personas a pleno sol, parece que de salud el presidente cubano no anda mal. Los rumores crónicos de enfermedades fatales que el exilio asegura acabarán pronto con Castro, no parecen tener demasiado fundamento. Tras el breve desvanecimiento de este verano, Castro ha aparecido en público en numerosas ocasiones y ha pronunciado discursos de varias horas sin mostrar cansancio. Otra cosa son los lapsus y confusiones que recientemente ha tenido durante sus alocuciones kilométricas. 'Castro ha traspapelado hojas de discursos y repite lo mismo día tras día de forma obsesiva, pero aun así hacer un diagnóstico de su salud mental es muy difícil', opina un médico cubano.

A pesar de todas las conjeturas, nadie duda de sus habilidades para salir de las crisis más enconadas -como la de los balseros-, o para aprovechar las que más mellan a su enemigo -como el caso Elián-. Y ya son diez los presidentes de Estados Unidos que ha visto pasar, mientras que la oposición y el exilio no le hacen ni cosquillas.

Castro es comandante en jefe y no sólo por sus títulos de primer secretario del Consejo de Estado y de Ministros, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. El veterano líder comunista lleva muy de cerca las riendas del poder: lo mismo sabe la cantidad exacta de insulina que falta en los hospitales de la isla, que inaugura un complejo hotelero mixto en Cayo Coco o encabeza una gigantesca marcha para protestar contra EE UU vestido de uniforme verde olivo y con playeras de deportista.

'Esta imagen de Castro guerrillero pero calzando tenis es un buen símbolo de decrepitud y del cambio que se avecina', dice un connotado opositor, que prefiere guardar el anonimato; mucha gente en Cuba al hablar de Fidel Castro prefiere no ser identificada. Los que lo conocen bien o han estudiado su biografía política saben que en la personalidad del comandante no caben las concesiones de principios. Nada de renegar de una ideología, tampoco del nombre de un partido (el comunista de Cuba), y menos de coquetear con el capitalismo, aunque así lo hayan hecho otros países socialistas como China o Vietnam. 'Con él vivo hay cosas que no se harán jamás', opina uno de sus amigos extranjeros.

Su vida es ilustrativa. En 1947, con 18 años y siendo ya un líder universitario, se alistó como voluntario en una expedición para derrocar al dictador dominicano Leónidas Trujillo. Un año después participó como delegado de Cuba en los preparativos para crear una asociación de estudiantes latinoamericanos de fuerte contenido antiestadounidense. La reunión debía celebrarse en abril de 1948 en la capital colombiana, pero antes estalló el bogotazo; Castro participó activamente en las protestas populares que siguieron al asesinato de Manuel Gaitán.

Tras el golpe de Estado de Batista, protagonizó el asalto al Moncada, segundo cuartel más importante del ejército batistiano, en la ciudad de Santiago. La aventura acaba en matanza y Castro sobrevivió de milagro. Después de pasar dos años en la cárcel, marchó al exilio en México, donde preparó el desembarco del Granma. En 1961 dirigió personalmente los combates de Bahía de Cochinos, y en octubre de 1962 es uno de los protagonistas de la crisis de los misiles. Al concluir ésta se pelea con el Kremlin por la decisión de Nikita Jrushov de retirar los cohetes a sus espaldas. 'Nikita, mariquita, lo que se da no se quita', decía una conga popular cubana de entonces con todas las bendiciones oficiales.

Luego de mandar con mano firme tres décadas, cuando el campo socialista hizo agua declaró para Cuba el famoso 'socialismo o muerte'. Este enroque y la consiguiente estrategia de resistencia dura hasta hoy, pero a Castro no le ha faltado cintura política para introducir reformas inevitables cuando ha hecho falta: ahí están la legalización del dólar o la apertura al turismo y al capital extranjero.

Para muchos es un dictador sin más. Para otros, la última llama revolucionaria del Tercer Mundo; Castro tiene tantos detractores entre los políticos e intelectuales de Occidente como admiradores en las naciones más desfavorecidas.

No tiene pelos en la lengua para decir que el 'pluripartidismo es pluriporquería' y se enorgullece de su sistema donde sólo cabe el Partido Comunista de Cuba. Según la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, del disidente Elizardo Sánchez, un 1% de los habitantes del país, cerca de 100.000 personas, está en la cárcel, lo que convertiría a Cuba en el país con mayor población penal del mundo. Sánchez afirma que en la isla hay unos 300 prisioneros de conciencia y que la economía del país se sostiene gracias a las remesas que envían los exiliados cubanos, cerca de 800 millones de dólares (unos 150.000 millones de pesetas), según organismos internacionales con acceso a las cuentas oficiales cubanas.

El mandatario cubano asegura que todas estas informaciones son patrañas, y sus difusores, simples agentes mercenarios pagados por Estados Unidos. Castro fundamenta la escasez de libertades en los avatares de la lucha contra EE UU y su hostil política de embargo, que ya dura cuatro décadas, casi el tiempo que lleva en el poder. Muchos en su país piensan que hasta que se produzca 'el hecho biológico', esto es, su muerte.

¿Y después?, se pregunta la gente. Quizás la respuesta más acertada a esta cuestión capital está en la opinión cariñosa de uno de sus más notables amigos extranjeros: 'Fidel Castro es la principal fuerza de la revolución, pero también su principal debilidad'.


El misterio de la sucesión

 

Según el propio mandatario cubano se ha encargado de decir, su sucesor será su hermano Raúl Castro, actual ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y además segundo secretario del Partido Comunista de Cuba y vicepresidente primero de los Consejos de Estado y de Ministros. Por cargos y pasado revolucionario, sin duda le toca a él, ya que, además de ser uno de los dirigentes históricos -estuvo en el asalto al cuartel Moncada, en el desembarco del Granma y al lado de su hermano en todos los episodios relevantes de la revolución-, es la persona que concentra más poder político en la isla.

Aparte de controlar el Ejército y el Ministerio del Interior -instituciones que jugarán un papel importante en el equilibrio de poderes tras la desaparición de Castro-, Raúl es el organizador del Partido Comunista, y en los últimos años se ha dedicado en cuerpo y alma a esta labor recorriendo todas las ciudades y pueblos del país. Se dice, sin embargo, que no tiene el carisma arrollador de su hermano, además de que su edad, 70 años, hace que sus posibilidades sean limitadas en caso de que Fidel muera gobernando.

Tras él destacan una serie de jóvenes que el propio Castro se ha encargado de formar y que se consideran tanto o más socialistas que Fidel. La cuestión es saber si el fidelismo es posible sin Fidel y si el Gobierno que le suceda, bien con Raúl y los militares al frente, bien presidio por uno de estos jóvenes o quizás en forma de un órgano colegiado, será capaz de mantener el rumbo revolucionario o emprenderá una transición, como piensa mucha gente.

Entre los posibles sucesores, destacan:

- Felipe Pérez Roque (28 de marzo de 1965). Es el ministro y el miembro más joven de la jerarquía cubana. Graduado en ingeniería, fue presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), de donde Castro lo sacó para convertirlo en su secretario personal. Miembro del Comité Central desde 1991, estuvo al lado del mandatario cubano siete años, hasta que en 1999 Castro lo nombró por sorpresa ministro de Relaciones Exteriores tras el cese de Roberto Robaina. Ha dicho en alguna ocasión que él es un 'muyahidin de la revolución' y que es preferible que EE UU se entienda con Fidel Castro que con las nuevas generaciones que él representa.

- Carlos Lage (15 de octubre de 1961). Fue presidente de la FEU, de la Unión de Jóvenes Comunistas y miembro del Grupo de Apoyo del Comandante en Jefe durante varios años. Se le considera el arquitecto económico del Gobierno. Emergió en los noventa como figura clave para supervisar la política económica y tomar las medidas necesarias para conciliar las cautelosas reformas económicas de corte aperturista introducidas durante la última década con los principios revolucionarios. Médico pediatra de profesión y uno de los hombres más cercanos al líder cubano, es considerado en la práctica como un primer ministro. Defiende las reformas, pero sólo si no chocan con los principios socialistas.

- Ricardo Alarcón (21 de mayo de 1937). Es el presidente de la Asamblea Nacional cubana, aunque quizás su papel más importante es el de encargado de las relaciones con Estados Unidos. Fue embajador de Cuba ante la ONU durante más de una década y es el hombre de confianza de Castro para las negociaciones con EE UU. Se le considera un político práctico y un intelectual con grandes dotes para la política exterior. Su nombramiento como presidente del Parlamento en 1993 fue una sorpresa.

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