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Miércoles  
16 diciembre  
1998 - Nº 957 
 

 

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Revista de prensa en español
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Cuba, la malquerida  
ZOÉ VALDÉS 

Ha pasado la jornada de conmemoración del 50º aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos y resulta vergonzoso constatar la mayoritaria indiferencia que existe con respecto a las violaciones de estos derechos en Cuba, y sin embargo para muy pocos hoy en día constituye un secreto que en la isla se violan absolutamente todos los artículos de la declaración. 

Para empezar, el breve texto creado en París en 1948 apenas se conoce en el país caribeño. En 1981, integró un pequeño cuaderno de reducida circulación. En 1985 fue editado por la Universidad de La Habana sólo para consulta interna de un ínfimo grupo de estudiantes. En 1988 se publicó para impresionar a una comisión internacional que visitó la isla con el objetivo de informar sobre la situación de los derechos humanos en las cárceles. Luego vio la luz en otro libro titulado Fidel Castro y los derechos humanos, como si los hubiera inventado el comandante. En 1989, el compositor francés Michel Legrand llevó al Festival de Cine de La Habana su Concertoratoria, nada más y nada menos que cada artículo de la declaratoria cantado por sopranos, tenores, contraltos, además de tres coros. Soy testigo, porque trabajé con él, del corre-corre que se armó entre funcionarios y segurosos. Era el ocaso del año de los fusilamientos a cuatro generales en un juicio que la ONU calificó en enero de 1995 como desacato grave de las normas relativas a un proceso imparcial y violación de los artículos 9 y 10 de la declaración, los del famoso caso Arnaldo Ochoa y Antonio de la Guardia. Con el ambiente tenso existente en la época, la dictadura no podía permitirse prohibir los carnavales, ni el festival, ni al mismo Michel Legrand. Resumen, que muy pocas personas tienen acceso al texto de los derechos humanos, el documento más importante de este siglo y del venidero. Nunca ha formado parte del plan de estudios de las escuelas, tampoco de ninguna organización de masas, en un país donde la educación dejó de serlo para convertirse en adoctrinamiento masivo, basado y dirigido en y desde una única línea ideológica, intransigente y vejatoria de los valores humanos, culturales y universales. 

Sorprende que el mundo titubee cuando se trata de condenar los cuarenta años de férrea dictadura impuesta por Fidel Castro. Inclusive, cosa rara, pareciera que, salvo en excepciones, donde único coinciden gobiernos o integrantes de partidos, ya sean de izquierdas o de derechas, es en jalarle la leva al barbudo, caerle bien, dorarle la píldora, cosa que, según los más y los menos ingenuos, facilitaría una transición pacífica. Y mientras tanto nuestro dolor, el inmenso dolor del pueblo cubano no ha sido reconocido. Es triste y deplorable comprobar la interpretación que algunos gobiernos occidentales hacen de la situación cubana, los intereses meramente económicos provocan que estos gobiernos abran las puertas al tirano que oprime a todo un pueblo, cerrándole así a ese pueblo las posibilidades de libertad, de dignidad, y de lo principal, de vida. 

¿En nombre de qué justicia se ignoran los miles de fusilados, o crímenes enmascarados con accidentes de autos, de aviones, o simples agresiones callejeras? Oí decir a un anciano en una esquina de La Habana Vieja que en este (aquel) país no le cortan las manos a nadie a la manera de como lo hicieron con Víctor Jara, pero que de seguro vendrá un ladrón, negro de preferencia (los niveles de racismo desbordan), que cortará la mano del non grato, y luego se argumentará que fue sólo cosa de un nichardo marginal para robarle el reloj. ¿En nombre de qué justicia se olvidan los cientos de presos políticos, no reconocidos como tales, sólo porque un hombre decide que son presos contrarrevolucionarios? ¿En nombre de qué justicia se justifican los miles de desaparecidos en el mar, cuya cifra aún no se ha podido calcular? ¿En nombre de qué justicia se borra de la historia a dos millones y medio de personas en exilio, entre los que se encuentran el pueblo trabajador, profesionales, intelectuales y artistas, políticos, hasta militares, confundidos en diferentes olas migratorias? ¿En nombre de qué justicia se incluyen o se tachan de las listas los deseados o indeseados? ¿Cómo olvidar que a una poeta, María Elena Cruz Varela, la obligaron a tragarse sus poemas y la torturaron salvajemente en la cárcel durante dos años? ¿Y a los cineastas Jorge Crespo y Marco Antonio Abad (cuyo precedente se encuentra en el cortometraje censurado PM, realizado por Sabá Cabrera y Orlando Jiménez Leal), liberados luego de dos años de cárcel, condenados a quince por propaganda enemiga, debido a la presión internacional ejercida por las firmas de varios cineastas del mundo entero? ¿Y el bárbaro asesinato de las cuarenta y tres personas, entre ellas veintitrés niños, a bordo del remolcador Trece de Marzo, en julio de 1994? ¿Por qué el mundo ha hecho oídos sordos a semejante crimen? ¿Es que esas víctimas, sobre todo los niños, son menos víctimas porque una dictadura diz que de izquierdas ha acabado con ellos? ¿Por qué no se habla de esos 23 inocentes, por qué se les trata como a gusanitos que huían al falso paraíso? ¿Relativamente hablando, dónde queda el falso paraíso? Cuando se libera a un preso, éste debe abandonar de inmediato el país. Expulsar o asesinar a los rebeldes siempre ha sido la válvula de escape. ¿En nombre de qué justicia se esconde el caso de los cuatro periodistas encarcelados, aún sin juicio, miembros del Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna, hace ya más de un año y medio, cuya única acusación es la de haber redactado un documento titulado La patria es de todos? ¿Por qué los ciudadanos cubanos no tienen el derecho de circular libremente, por qué necesitan y están obligados a pagar altos precios en una moneda que no ganan, el dólar, para comprar un permiso de salida del país, además de pagar permisos de residencia en el extranjero, y después tienen que demandar y comprar visas para entrar en su propia tierra natal? Señalo, de paso, que aquel que abandone el país o sea expulsado del mismo pierde todas sus pertenencias y nunca más podrá residir en el interior. 

En ninguno de estos casos se puede recurrir al embargo americano como atenuante o paliativo, además de que, según cifras de la CEPAL, cada año entran en la isla, vía el exilio cubano, 800 millones de dólares, lo cual constituye la primera fuente económica del gobierno. Hace algunos días leí en este periódico las declaraciones de Castro sobre su salario y sus condiciones materiales de vida. El análisis que no hizo el periodista fue que a Castro no le hace falta nada, es dueño de una isla y tiene once millones de esclavos. Que se sepa, ya el Sindicato Internacional de Trabajadores ha condenado a los empresarios foráneos (ningún cubano puede invertir) que contratan a precio de esclavistas a los obreros cubanos, ya que el gobierno garantiza la obediencia sin peligro de revuelta social, ni huelgas. El salario medio es de cinco dólares mensuales al cambio interno. Por supuesto, el dólar, la moneda del enemigo es como Bulé, el que manda. 

Para concluir, en ninguna de las denuncias de violaciones de derechos humanos de estos días he leído los de los casos siguientes, no he tenido que remover cielo y tierra, están en El Nuevo Herald Digital: "Un coronel de la Seguridad del Estado arrestó el martes 8 de diciembre en La Habana al doctor Óscar Elías Bisset González, de 38 años, presidente de la Fundación Lawton de Derechos Humanos, informó su esposa, Elsa Morejón. Es la tercera vez en menos de una semana que el médico va a prisión". O esta otra: "La reclusión de la invidente y activista de derechos humanos Milagros Cruz Cano en el hospital Siquiátrico de La Habana es una flagrante violación de los cánones éticos de la especialidad porque se utiliza a la medicina y a la ciencia con fines políticos". Milagros no tiene historial de crisis agudas, siquiátricas o mentales. Cuenta 30 años y fue recluida el pasado 27 de noviembre; la invidente fue golpeada por miembros del Ministerio del Interior frente al Tribunal Provincial de La Habana la víspera de un juicio anunciado contra el periodista independiente Mario Viera. La madre, Caridad Cano, asegura que su hija está encerrada con locos agresivos, según le informaron familiares de otros pacientes. La joven padece de epilepsia, su vida correría peligro si se le aplicaran electroshocks. Por otra parte, "Néstor Rodríguez Lobaina, de 32 años, presidente del Movimiento Cubano por la Democracia está preso y en huelga de hambre desde la noche del 7 de diciembre, según informó el padre del disidente". ¿Por qué nadie se arriesga a investigar estos hechos? ¿Por qué ni siquiera se mencionan estos casos evidentes en los dossieres conmemorativos del 50º aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos? 

En el mismo momento en que se creó una comisión llamada Justicia Sin Fronteras, cuya petición es acabar con las barbaries del siglo veinte, y que espera hacer del año 2000 el año de la creación efectiva de una Corte Penal Internacional, cuyos firmantes son de altísimo prestigio: Abdelkarim Allagui, Tahar Ben Jelloun, Pascal Bruckner, Daniel Cohn-Bendit, Inés de la Fressange, André Glucksmann, Bernard Henri-Lévy, Rosé Ramos Llorta, Jacques Julliard, Alain Madelin, Michel Rocard, entre otros. El mismo día de dicho cincuentenario, un grupo de exiliados cubanos de la Asociación Europa Cuba Democrática, presidida por Jacobo Machover, escritor y periodista, y de la Asociación Sin Visa, entre otros independientes, asistimos a la denuncia presentada por cuatro víctimas directas o indirectas del régimen de Castro en la sede de Amnistía Internacional ante el abogado Serge Lewisch y varios órganos de prensa. Ileana de la Guardia, hija del general fusilado Antonio de la Guardia, sobrina de Patricio de la Guardia, condenado a treinta años de prisión por haberse negado a denunciar a su hermano; Lázaro Jordana, pintor, prisionero político, condenado a quince años, pasó seis; Pierre Golendorf, ciudadano francés, condenado a 10 años, estuvo 38 meses; Luis Ruiz, artista plástico, disidente, condenado a quince años de cárcel. Los políticos Alain Madelin y Michel Rocard se hallaban también presentes en la conferencia de prensa ofrecida en el local de Presse Club. 

¿Hasta cuándo nuestra historia seguirá siendo incomprendida y nuestra dignidad vejada, hasta cuándo tantos sacrificios y esfuerzos pisoteados? Siempre nos queda un mal sabor luego de este tipo de conmemoración tan importante para el futuro de la humanidad. No se celebró el Centenario de la Independencia de España, la liberación de una guerra cruenta y sangrienta; pero prepárense para el bombardeo de "40 años de revolución". Si hace unas semanas el Covotrothon duró veinte horas, el próximo discurso tendrá para un año y sin comas. Tengo la sensación de que Cuba es más que la malquerida de la célebre canción, es la malinterpretada. Si tanto quieren, ustedes, ciudadanos del mundo, a esa Cuba de los cubanos, entonces ¿por qué se empeñan, como diría otro bolero, en herirla así? Con ignorancia e indiferencia. 

Zoé Valdés es escritora cubana. 

 
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