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 Los travestis entre sombras y muerte

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Al parque de La Fraternidad lo envuelve la penumbra. Una penumbra que trata de ocultar el rostro de personas que ``bisnean'' y se prostituyen.

``Aquí lo mismo te encuentras un vendedor de marihuana, un chamaco vendiendo cajas de tabaco o uno de esos tipos, vestidos de mujer, que se alquila por una noche'', admite Lorenzo Rodríguez, un joven policía que lleva colgado en su pecho la imagen de Santa Bárbara.

La prostitución no es nada nuevo en la ciudad, ni en toda la isla. Se calcula que unas 5,000 jóvenes ``jinetean'', buscando los dólares de los turistas.

Hoy en día ser ``jinetera'' significa un cierto rango social, y también una categoría económica, ya que es el empleo mejor remunerado de la sociedad cubana. Sólo que el ``jineterismo'' también lo practican los homosexuales, convertidos en travestis.

``Nosotros no podemos desaprovechar la oportunidad'', señala con una sonrisa ``Roxana'', una prostituta que en su carné de identidad aparece con el nombre de Roberto Salines Pérez, de 24 años, nacido en la ciudad de Camagüey.

``No es fácil esta doble vida. La policía te persigue, te multa o te chantajea. Siempre te sacan algo'', admite Roxana, la Camagüeyana.

Según el Ministerio de Salud Pública, el índice del sida entre los homosexuales aumenta peligrosamente.

``Nosotras corremos ese riesgo, pues para ganar más, hacemos el sexo sin protección, que es como les gusta a los turistas'', afirma ``Madonna'', una mulata que se siente bella con su peluca rubia y sus pantaloncitos cortos.

``Así conquisto los puntos'', indica Madonna, mientras posa junto a unos autos de los años 50.

Normalmente los travestis circulan por el Malecón o frente al Capitolio Nacional.

``Son áreas por donde pasan los turistas'', indica ``Blanquita'', un muchacho de 26 años, sonriente, que exhibe su cuerpo de ``bailarina de Tropicana'' frente al Hotel Riviera. Su verdadero nombre parece ser Patricio. Hace dos años se desmovilizó del Servicio Militar.

Maquillados, con olor a perfumes baratos, los travestis habaneros no esconden su tragedia.

``Aparentemente hay tolerancia con los homosexuales por parte del Gobierno. Pero en el fondo nos odian, nos persiguen, y si somos negros, nos discriminan más'', señala ``Marilú'', un muchacho de 23 años que dice que sus ancestros están entre los primeros esclavos que llegaron a Cuba.

``Cuando un policía me arresta no sólo me saca plata, sino que me obliga a que le haga el sexo oral. A las travestis blancas las tratan mejor'', afirma ``Marilú'' mientras se pinta los labios.

``No todas somos prostitutas'', expresa Rogelio Pimentel, conocido como ``Cloe'' en el barrio del Cerro. Según Pimentel, los travestis están organizados, hacen fiestas, festivales y hasta dan premios.

``El Gobierno se hace de la vista gorda. Nosotras aprovechamos para divertirnos'', admite ``Cloe''.

Sobre los travestis que se prostituyen, ``Cloe'' opina:

``Esas chicas dan lástima. Es una pena que se prostituyan. Se buscan la vida, pero también la muerte''.

J. R. Garcia

La Habana - Carta de Cuba - El Nuevo Herald

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26 de diciembre de 2001