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En Cuba todo el mundo se toma muy en serio las religiones de origen africano, como las de Regla de Ochoa y Palo Monte, así como otros cultos de las sociedades secretas abacuá. La llamada santería puede ser admirada o temida, pero nunca ignorada. Los adeptos a las religiones afrocubanas aseguran que muchas personas se mantienen apartadas de estas creencias hasta el día en que se ven superadas por la desesperación y deciden tocar la puerta del santero. Estas religiones importadas hace más de 500 años por los esclavos negros, quienes hacían la señal de la cruz en las iglesias católicas sin dejar de adorar a sus divinidades, los orishas, en la oscuridad de sus chozas, aún predominan en Cuba. Ricardo Guerra, que abandonó hace 10 años un puesto burocrático para dedicarse de lleno a la santería, interrumpe la ceremonia de iniciación de un joven en la religión yoruba para contestar el teléfono en su casa, un edificio del humilde barrio habanero de Lawton. «¿Elián es un predestinado?», se pregunta. «Quizá, pero lo que está claro es que el niño lleva bienestar dondequiera que va». A 15 minutos en coche, en el centro de La Habana, el babalao (sacerdote) Víctor Betancourt, del cabildo Ifá, se atreve a hacer una profecía. Asegura que Elián es el niño que, de acuerdo al oráculo santero del año 2000, vence a la muerte cuando descubre que el representante del mal obtiene su poder de su atuendo. Por tanto, todo aquel que posea a Elián gozará de protección contra la muerte y las enfermedades. «Es el escogido, estoy seguro», dice. Sin embargo, Natalia Bolívar, experta en cultos africanos, autora de The Orishas of Cuba y de otros libros, y seguidora de los ritos de Palo Monte, no cree que el niño náufrago tenga un valor teológico. «La gente ha intentado sin justificación alguna convertir a Elián en símbolo religioso», sostiene. En Cuba, país de mezclas raciales en el que el 70% de sus habitantes cree en la Virgen de la Caridad del Cobre pero también sigue los ritos africanos, la situación de Elián es de especial interés para los santeros. (Se trata de un interés comedido, es cierto, sin sobrepasar los límites políticos). Elián no es un niño como otro cualquiera; durante meses las autoridades cubanas han atribuido la máxima urgencia a su caso. Y los círculos gubernamentales se han mantenido atentos a las profecías anunciadas por los santeros. Si bien la disputa por la custodia del niño se ha presentado como un enfrentamiento propio de la Guerra Fría, lo cierto es que Elián se ha convertido en un poderoso símbolo religioso, tanto en Cuba como en Miami. Su rescate fue un milagro. El niño sobrevivió 48 horas flotando sobre un neumático. Los pescadores que lo rescataron aseguraron haber visto a varios peces espada dando saltos alrededor de Elián, aunque éste declaró más tarde que eran delfines. Por tanto, pronto comenzó a circular el rumor de que los delfines, animales mitológicos desde la antigüedad griega, habían salvado al niño de ser devorado por los tiburones. En Miami, la llegada de Elián ha desencadenado una avalancha de profecías. La aparición del niño, de acuerdo con mayor parte de estas predicciones, señala un cambio político inminente en Cuba: el final del régimen de Castro. No obstante, es en el campo de la santería donde se libra la gran batalla teológica. En los bastiones santeros del exilio cubano se comenta que Castro está en malos términos con Eleguá, principal orisha del panteón yoruba, el dios que «abre y cierra» caminos y a menudo adquiere cuerpo de niño. El escritor Guillermo Cabrera Infante, acérrimo detractor de Castro, asegura que Elián es Eleguá y que si el niño se queda en Miami,Castro será derrocado. Bolívar no está de acuerdo. «El niño es víctima de sus circunstancias», afirma. «Pero ni él ni su familia tienen nada que ver con Fidel o la revolución». Betancourt, presidente de la Sociedad Ifá Iranlowo, una de las cinco casas de profecías que hace predicciones anuales, no cree que exista una relación entre Elián y Eleguá, aunque asegura que el niño es un redentor. Independientemente de que Elián regrese o no a Cuba, afirma Betancourt, su aparición tendrá al final efectos positivos «desde el punto de vista humano». Guerra también sostiene que retener al niño en Miami constituye una violación de las leyes internacionales, e insiste en que Elián «produce bienestar dondequiera que va». Al preguntarle si el niño era un predestinado, Guerra contesta: «Es posible, pero eso sólo se sabría después de que aprenda a fortalecer sus poderes. Sin la educación necesaria, puede perder el talento». ¿Y qué le ocurrirá a Elián? «Habrá que consultar al oráculo», afirma. «La consulta debe hacerse cuando nos hagan una petición, pero aún no la hemos recibido.» ROBERTO CESPEDES Miércoles, 5 de abril de 2000
---------- EL MUNDO www.el-mundo.es INTERNACIONAL Roberto Céspedes es director del periódico
mexicano La Reforma.
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