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LA NIEBLA PROHIBIDA |
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Pinar del Río.- Julio Rojas es masón. Él pertenece a la logia Solano Ramos de esta ciudad. Julio es carpintero de oficio. Muy buen carpintero. Como masón ha llegado al grado 33. Es un grado venerable en la masonería. Mi hijo es masón. Yo me sentí contento de veras cuando mi hijo entró en la masonería. Mi hijo empezó en lo de la logia y se hizo amigo del viejo Julio. Los masones se llaman entre si hermanos. Me gusta que mi hijo y el viejo Julio sean como hermanos. Hace unos días Julio y yo hablabamos. A veces paso largas horas conversando con Julio Rojas. Es un hombre que sabe poner linda las palabras cuando habla. Es como si les pusiera cascabeles a las letras. Las palabras en labios del viejo Julio suenan bien lindo. Yo le he contando muchas secretos a Julio el masón. En este mundo no hay quien guarde un secreto con el celo y la fidelidad que lo guarda un masón. Esa tarde que estabamos hablando la recuerdo bien. Yo le había dicho algo a Julio sobre la forma esa que él tiene de poner bonita a las palabras. Entonces me dijo: -Las palabras son bonitas todas. Lo que ocurre es que uno tiene que saberles el significado desde adentro. Si las dices de corazón salen como música. Esa fue una respuesta buena. Allí mismo me convencí más de lo bien que coloca Julio Rojas las palabras cuando habla. Vale la pena pasar unas horas hablando con Julio Rojas. Esa misma tarde me puso de ejemplo muchas palabras. Me habló de la palabra amistad. También me hizo una linda historia con la palabra hermano. Cuando la conversación se puso más interesante fue cuando Julio me habló de la palabra felicidad. Justo cuando me dijo que era una palabra bonita, dije algo que fue como irle a la contraria. Yo nunca contrariaba a Julio Rojas. -Me disculpas Julio Rojas, pero yo no puedo evaluar de linda la palabra felicidad. Julio Rojas me miró fijo a los ojos. Me sentí mal de veras. Allí mismo me di cuenta de que tenía que dar una explicación a mi amigo. El viejo intentó convencerme primero y me dijo algo sobre un poeta que había escrito sobre la felicidad. Me habló sobre mucha gente que había escrito sobre la felicidad. Poetas, escritores, pintores, desterrados, moribundos, enamorados y hasta locos. Me recalcó que todos esos consideraban la palabra felicidad como una palabra hermosa. -No la considero así, Julio Rojas. Es una palabra prohibida. Como cubano, la veo difícil y distante, intocable. Y cuando le dije esto a Julio me di cuenta que era hora de empezar mi explicación convincente. Le dije que era imposible considerar hermosa la palabra felicidad siendo cubano y estando en Cuba. Nadie puede ser feliz cuando no puede hablar libre. Tampoco conoce la palabra felicidad el que se siente a una mesa rodeado por sus hijos y no coma satisfecho, pues le tortura en la mente la idea de no tener comida para mañana. -A veces uno es feliz y no se da cuenta. Alguien dijo que la felicidad es una niebla y cuando entramos a ella no se ve. Julio me dijo esto. Fue un intento de poner música a las palabras para quizás cambiar mi concepto sobre la belleza de la palabra felicidad, pero fue por gusto. Le dije convencido que no. Yo no podía considerar hermoso lo prohibido. No puede ser feliz quien ve crecer a sus hijos con ropas de miseria. La felicidad es algo verdaderamente surrealista para quién se ve obligado a celebrar los quince años de su hija poniéndole vestidos alquilados. Mi hija tuvo algo de fiesta gracias a una mano amiga y lejana que brindó la ayuda. Estaré agradecido de esa mano hasta el día que me esté muriendo. Yo seguí explicando y me daba cuenta que iba odiando la palabra felicidad sin darme cuenta. Expliqué al venerable masón que no podía ser feliz una persona que jamás vería al amigo de juegos de la infancia por la tenebrosa razón de saberlo ahogado en el Atlántico camino del exilio en una balsa triste. No puede ser feliz la persona que tiene prohibida la poesía y las letras por los que mandan. No hay felicidad en un ser humano que no tiene acceso a libros que los gobernantes llaman malditos. La palabra felicidad es una cosa triste para aquellos que sólo tienen el alcohol como remedio para ahogar sus miserias. Yo le dije a Julio Rojas que por esas razones y muchas más no consideraba la palabra felicidad como una palabra hermosa. Miré fijo al viejo. Pude asegurar que había brillo de llanto en sus ojos. Él se había dado cuenta. Mis palabras salían desde adentro. Julio sabe como pienso. Sabe de mis riesgos por escribir y pensar como escribo y pienso. Los masones no tienen la política como centro de sus ideas, pero yo veo como el viejo Julio se levantó del banco del parque y me abrazó. Entonces me miró a los ojos y me dijo: -Tienes razón. Pero no se puede perder la esperanza. Un día se le puede cambiar el color a la palabra felicidad y ponerla bonita. Salió caminando hasta perderse en la esquina. Yo me quedé sentado en el banco del parque. Julio había mencionado la palabra esperanza antes de irse. Me pareció una linda palabra. Esa no se la pueden quitar a ningún hombre. Estuve largos ratos sentado allí con la palabra esperanza dando vueltas en mi cabeza. Me olvidé sin darme cuenta de esa niebla que tiene la puerta de entrada prohibida en Cuba y que según Julio el masón, un día un poeta la llamó felicidad. Rafael Contreras, Agencia Abdala, Cuba Free Press Desde Dentro de Cuba. Distribuido por Cuba Free Press, Inc. - http://www.cubafreepress.org 29 de Abril del 2001 http://www.cubafreepress.org/art1/cubap010429aa.html |
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