Miércoles  
24 noviembre  
1999 - Nº 1300 

   

   
 
 

 

OPINIÓN 
Cabecera

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Cuba secuestrada 
ADAM MICHNIK 

El régimen de Fidel Castro y la oposición cubana son algo así como dos universos distintos. Los comunistas injurian a los disidentes calificándolos de "lacayos de los Estados Unidos", los disidentes exhortan al diálogo y a la democratización del sistema. La única opinión común de esos dos mundos es que el bloqueo económico es nocivo para Cuba. 

 

La Habana ha vivido con intensidad la Cumbre Iberoamericana. Sienten una emoción similar La Habana de los funcionarios de los ministerios y de los comités de defensa de la revolución, y la otra, la de los opositores encarcelados, perseguidos y humillados por Fidel Castro. La visita a Cuba del rey de España, don Juan Carlos, así como de los primeros ministros de España y Portugal, abre una brecha en el aislamiento del régimen. 

Para España, las relaciones con Cuba son como un asunto de familia. Cuando murió Francisco Franco, Fidel Castro implantó en Cuba una jornada de duelo oficial. Es cierto que en los últimos años la política de España hacia Cuba no fue muy coherente. Tras los años de poder de los socialistas, cuando Felipe González trató de convencer a Castro para que realizase cambios democráticos valiéndose del modelo de las transformaciones españolas, llegó el Gobierno de José María Aznar, cuyo tono es más agudo. En noviembre de 1996 estalló una crisis. El nuevo embajador de España en Cuba declaró que el edificio de su sede diplomática estaría abierto para los disidentes cubanos. Cuba le negó la entrada al embajador. Sin embargo, durante el reciente V Foro de Periodistas Europeos y Latinoamericanos, el siguiente embajador de España aseguró que todos los días recibe a numerosos disidentes, "pero eso ya no constituye problema alguno". 

 

La condición de "disidente" es algo que me recordó la realidad de Polonia en los últimos años de la dictadura de Edward Gierek. Los disidentes son perseguidos y encarcelados, pero el propio Castro -un hombre que parece amarse a sí mismo con absoluta reciprocidad- tiene que admitir su existencia. La oposición cubana ha sido al fin reconocida, y gracias a ello, durante la Cumbre Iberoamericana, sus representantes pudieron tener numerosos contactos con primeros ministros y presidentes. Ésa es una novedad que dará más fuerza a Fidel Castro en su resistencia ante el bloqueo norteamericano, que ya dura cuarenta años, pero esa misma novedad dará también más fuerza a la oposición cubana frente al régimen castrista. 

 

Sin embargo, por el momento, Castro y los suyos no parecen dispuestos a renunciar a los métodos que les han garantizado la permanencia en el poder durante tanto tiempo. Con frecuencia se dedican a injuriar y ofender a los disidentes, a esos hombres y mujeres que, como única arma, tienen la verdad. Tuve la dicha de hablar con esa gente. Comparando lo que ellos me dijeron y las palabras que emplearon con lo que oí decir a los representantes del poder, de verdad que sentí que eran dos universos diferentes. El lenguaje que emplean es distinto, como lo es también la memoria colectiva que tienen y la mentalidad que les caracteriza. Pero hay un asunto en el que todos coinciden: el bloqueo económico y político es negativo, porque dificulta el desarrollo de Cuba y facilita la propaganda del régimen. Es una situación que no contribuye a la democratización de la isla. Pero, fuera del tema del bloqueo, ya no hay puntos de convergencia entre el régimen y la oposición. 

 

Los opositores hablan de la necesidad del diálogo y de la reconciliación cubano-cubana. El régimen no quiere ni oír hablar de una "mesa redonda" con sus adversarios. "Nuestro líder se comporta como si se sintiese ofendido por no tener un pueblo digno de él. Pero la verdad es que nosotros no queremos", me dijo Elizardo Sánchez, "que Fidel acabe como Ceausescu en Rumania. Por eso estamos dispuestos a apoyar al Gobierno cuando inicie el camino de las reformas. Lamentablemente, Fidel tiene miedo a los cambios, y por eso tendremos que hacernos a la idea de que la represión podrá durar aún mucho tiempo". 

 

Otro dirigente de la oposición me dijo: "Cuba se parece a un barco secuestrado por unos corsarios totalmente locos. Sus actos no son racionales, y de ahí que tampoco sean previsibles. El pueblo está en peligro". Pero también encontré a un opositor convencido de que el poder poco a poco iba cambiando. "El dólar ya circula libremente, se han abierto las fronteras para los turistas y, aunque remordiéndose los hígados, el poder admite la existencia de estructuras opositoras". 

 

"Pero sigue siendo Fidel Castro el que tiene la llave del problema en su mano", afirma Sánchez. Un alto funcionario cubano me dijo, en privado, que es impensable que Cuba avance hacia la democracia por el camino que siguió Polonia. Yo le respondí que tengo la esperanza de volver a ver La Habana después de que se hayan realizado los cambios y que espero que entonces ya no habrá presos políticos; ni uno, tampoco Fidel Castro. 

 


Adam Michnik es director del diario polaco Gazeta Wyborcza. 
 
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