La presentación de la revista
'Letras Libres' desencadena la ira de la izquierda radical
El pensamiento crítico vuelve a chocar contra la intolerancia. Un
grupo de jóvenes mexicanos de la izquierda más rancia lanzaron un sinfín de
improperios el pasado domingo contra un grupo de intelectuales que presentaba en
la Feria de Guadalajara la última entrega de la revista mexicana Letras
Libres. Dedicado a la cultura cubana, el número cuestiona la figura de
Fidel Castro y propone diferentes caminos para la transición democrática de la
isla. La ortodoxia no lo pudo soportar y arremetió contra todos los que tenía
delante, acusándolos de estar subvencionados por la CIA. Poco antes, la
organización de la XVI Feria del Libro de Guadalajara hizo malabarismos para
hacer hueco a la multitud de jóvenes que quería participar en el encuentro con
Silvio Rodríguez.
La escritora canadiense Margaret Atwood demostró un excelente sentido del
humor cada vez que se veía interrumpida durante la conferencia que leyó el
pasado domingo sobre la cultura de su país. "Cuba, sí; yanquis, no; Cuba,
sí; yanquis, no; Cuba, sí; yanquis, no", vociferaba un gentío en la sala
de al lado. Margaret Atwood se detenía un instante y retomaba el hilo de su
discurso para contar que la literatura siempre es una elaboración que cocina
los materiales crudos que le ofrece la realidad, y que se trata de un viaje sin
propósito alguno para descubrir los interrogantes de cada hombre enfrentado al
paisaje que lo rodea. "Fidel, Fidel, Fidel", seguían chillando al
lado. "No sé si deberíamos interrumpir y sumarnos a la fiesta",
comentó la escritora canadiense.
El problema era que no se trataba de una fiesta, sino de un linchamiento
verbal que padecieron distintos intelectuales por parte de las gargantas
furibundas de unos jóvenes izquierdistas radicales que, seguramente, manifestarían
el más olímpico de los desprecios por las filigranas literarias que elaboraba
al lado Margaret Atwood y que, desde luego, no aceptan la menor disidencia
frente a su visión de la revolución cubana. Así que consideran que cuantos
han hecho el último número de Letras Libres son unos traidores y
servidores de los intereses estadounidenses. Y eso fue lo que les quisieron
transmitir.
"Vendidos"
"Vendidos, comemierdas, pirurris , traidores". He ahí unas cuantas
perlas que los radicales mexicanos (y otros tantos cubanos que los acompañaban)
dispararon contra quienes estaban en la mesa de Letras Libres, el que la
coordinaba, Julio Trujillo (jefe de redacción de la revista, que dirige el
mexicano Enrique Krauze), y los que eran coordinados: el crítico mexicano
Christopher Domínguez, el antropólogo también mexicano Roger Bartra y dos
cubanos, el escritor José Manuel Prieto y el crítico Rafael Rojas.
La sala estuvo llena y se respiraba tensión desde el principio. Julio
Trujillo resume las intervenciones: "Roger Bartra comenzó lamentándose de
que la defensa de Cuba se identifica con la peor izquierda posible, la que se
cubre con un velo de sentimentalismo. Pero, sobre todo, especuló a propósito
de los caminos que podría seguir Cuba en su camino hacia la democracia, fijándose
en distintos modelos: el de China, el de los países del Este de Europa y el de
México. José Manuel Prieto analizó el régimen cubano comparándolo con el
modelo estalinista, con el que tiene muchos puntos en común salvando las
distancias. Dijo que Castro no tiene, como Stalin, sed de sangre, pero sí que
reina en Cuba un terror de baja intensidad".
La tensión crecía por momentos así que, cuenta Trujillo, Rafael Rojas
prefirió centrarse en un análisis exclusivamente literario de la obra de
Cintio Vitier. Al final intervino Christopher Domínguez, que lamentó que en la
feria se hubiera desaprovechado la oportunidad de invitar a toda una serie de
grandes autores cubanos que brillaban por su ausencia. No dijo nombres, pero
todos sabían que se refería a Guillermo Cabrera Infante y, a partir de él, a
toda esa serie de escritores que no tiene más remedio que escribir en el
exilio.
Unas 30 manos se levantaron de inmediato para pedir el turno de palabra. La
acusación fundamental: que Letras Libres (a la que llamaron Letras
Cautivas o Letras Muertas) estaba al servicio de Estados Unidos. Se dijo que
todo el mundo podía opinar, pero que lo que ellos hacían era mentir. No era fácil
un diálogo fluido porque fue entonces cuando se corearon las consignas que
obligaron a interrumpir su discurso, en la sala de al lado, a Margaret Atwood.
Indignación
Y llegó el momento de los insultos. José Manuel Prieto comentaba al terminar
que nunca le habían acusado de vestir tan bien gracias a la CIA. Pero el
delirio llegó a extremos sorprendentes, pues la turba acusó a los cinco
intelectuales de la mesa de "estar matando de hambre a millones de
mexicanos".
El clima general al terminar el acto era de indignación. Roger Bartra
contaba asombrado a Jorge Herralde que la presentación había sido un
disparate. Prieto intentaba superar el malestar por los violentos insultos que
acababa de recibir y, claro, se miraba el traje. El caso es que la aparente
calma de un encuentro entre México y Cuba políticamente correcto saltó por
los aires. Habrá que ver qué ocurre cuando se presente el nuevo número de la
revista Encuentro (cuyo último número rinde homenaje a su director,
recientemente fallecido, el escritor cubano Jesús Díaz) y qué dan de sí las
mesas redondas sobre literatura de la diáspora. Lo que está claro es que,
cuando menos, habrá que llevar escudo (o paraguas).
Una fórmula para hacer la revolución
Larguísimas colas recorrían el domingo la zona próxima al pabellón Juan
Rulfo, donde, a las siete de la tarde, Silvio Rodríguez iba a
"platicar" con 1.000 jóvenes. La fórmula retórica de los 1.000
jóvenes, que da cuenta de distintos actos en que autores o artistas dialogan
con su público, se quedó corta en el caso del músico cubano. Entraron los
primeros mil, y la organización se aplicó a hacer virguerías (quitar los
falsos muros del salón) para que pudieran entrar todos los demás. Así que
fueron unos 2.500 jóvenes los que finalmente asistieron al encuentro. Llovieron
las preguntas sobre lo divino y lo humano. Silvio Rodríguez estuvo acompañado
en la mesa por el director de orquesta Leo Brouwer, el escritor Roberto
Fernández Retamar y el ministro de Cultura Abel Prieto, todos cubanos. Se
habló de música y se habló de Cuba y, cómo no, se habló de revolución. Un
joven guatemalteco decidió ir directamente al grano, y preguntó cómo hacer
una revolución cuanto antes en su país. El caso es que Silvio Rodríguez
contestó: "Creo que son ustedes los que tienen que responder, la juventud,
porque son los que al final han recibido el legado de tanta sangre derramada en
su país".
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