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Martes 
3 de diciembre 
de 2002

  

  

 
 
 
 
 

 

CULTURA
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 La presentación de la revista 'Letras Libres' desencadena la ira de la izquierda radical  
 

 El pensamiento crítico vuelve a chocar contra la intolerancia. Un grupo de jóvenes mexicanos de la izquierda más rancia lanzaron un sinfín de improperios el pasado domingo contra un grupo de intelectuales que presentaba en la Feria de Guadalajara la última entrega de la revista mexicana Letras Libres. Dedicado a la cultura cubana, el número cuestiona la figura de Fidel Castro y propone diferentes caminos para la transición democrática de la isla. La ortodoxia no lo pudo soportar y arremetió contra todos los que tenía delante, acusándolos de estar subvencionados por la CIA. Poco antes, la organización de la XVI Feria del Libro de Guadalajara hizo malabarismos para hacer hueco a la multitud de jóvenes que quería participar en el encuentro con Silvio Rodríguez.
 

La escritora canadiense Margaret Atwood demostró un excelente sentido del humor cada vez que se veía interrumpida durante la conferencia que leyó el pasado domingo sobre la cultura de su país. "Cuba, sí; yanquis, no; Cuba, sí; yanquis, no; Cuba, sí; yanquis, no", vociferaba un gentío en la sala de al lado. Margaret Atwood se detenía un instante y retomaba el hilo de su discurso para contar que la literatura siempre es una elaboración que cocina los materiales crudos que le ofrece la realidad, y que se trata de un viaje sin propósito alguno para descubrir los interrogantes de cada hombre enfrentado al paisaje que lo rodea. "Fidel, Fidel, Fidel", seguían chillando al lado. "No sé si deberíamos interrumpir y sumarnos a la fiesta", comentó la escritora canadiense.

El problema era que no se trataba de una fiesta, sino de un linchamiento verbal que padecieron distintos intelectuales por parte de las gargantas furibundas de unos jóvenes izquierdistas radicales que, seguramente, manifestarían el más olímpico de los desprecios por las filigranas literarias que elaboraba al lado Margaret Atwood y que, desde luego, no aceptan la menor disidencia frente a su visión de la revolución cubana. Así que consideran que cuantos han hecho el último número de Letras Libres son unos traidores y servidores de los intereses estadounidenses. Y eso fue lo que les quisieron transmitir.

"Vendidos"
"Vendidos, comemierdas, pirurris , traidores". He ahí unas cuantas perlas que los radicales mexicanos (y otros tantos cubanos que los acompañaban) dispararon contra quienes estaban en la mesa de Letras Libres, el que la coordinaba, Julio Trujillo (jefe de redacción de la revista, que dirige el mexicano Enrique Krauze), y los que eran coordinados: el crítico mexicano Christopher Domínguez, el antropólogo también mexicano Roger Bartra y dos cubanos, el escritor José Manuel Prieto y el crítico Rafael Rojas.

La sala estuvo llena y se respiraba tensión desde el principio. Julio Trujillo resume las intervenciones: "Roger Bartra comenzó lamentándose de que la defensa de Cuba se identifica con la peor izquierda posible, la que se cubre con un velo de sentimentalismo. Pero, sobre todo, especuló a propósito de los caminos que podría seguir Cuba en su camino hacia la democracia, fijándose en distintos modelos: el de China, el de los países del Este de Europa y el de México. José Manuel Prieto analizó el régimen cubano comparándolo con el modelo estalinista, con el que tiene muchos puntos en común salvando las distancias. Dijo que Castro no tiene, como Stalin, sed de sangre, pero sí que reina en Cuba un terror de baja intensidad".

La tensión crecía por momentos así que, cuenta Trujillo, Rafael Rojas prefirió centrarse en un análisis exclusivamente literario de la obra de Cintio Vitier. Al final intervino Christopher Domínguez, que lamentó que en la feria se hubiera desaprovechado la oportunidad de invitar a toda una serie de grandes autores cubanos que brillaban por su ausencia. No dijo nombres, pero todos sabían que se refería a Guillermo Cabrera Infante y, a partir de él, a toda esa serie de escritores que no tiene más remedio que escribir en el exilio.

Unas 30 manos se levantaron de inmediato para pedir el turno de palabra. La acusación fundamental: que Letras Libres (a la que llamaron Letras Cautivas o Letras Muertas) estaba al servicio de Estados Unidos. Se dijo que todo el mundo podía opinar, pero que lo que ellos hacían era mentir. No era fácil un diálogo fluido porque fue entonces cuando se corearon las consignas que obligaron a interrumpir su discurso, en la sala de al lado, a Margaret Atwood.

Indignación
Y llegó el momento de los insultos. José Manuel Prieto comentaba al terminar que nunca le habían acusado de vestir tan bien gracias a la CIA. Pero el delirio llegó a extremos sorprendentes, pues la turba acusó a los cinco intelectuales de la mesa de "estar matando de hambre a millones de mexicanos".

El clima general al terminar el acto era de indignación. Roger Bartra contaba asombrado a Jorge Herralde que la presentación había sido un disparate. Prieto intentaba superar el malestar por los violentos insultos que acababa de recibir y, claro, se miraba el traje. El caso es que la aparente calma de un encuentro entre México y Cuba políticamente correcto saltó por los aires. Habrá que ver qué ocurre cuando se presente el nuevo número de la revista Encuentro (cuyo último número rinde homenaje a su director, recientemente fallecido, el escritor cubano Jesús Díaz) y qué dan de sí las mesas redondas sobre literatura de la diáspora. Lo que está claro es que, cuando menos, habrá que llevar escudo (o paraguas).

Una fórmula para hacer la revolución

Larguísimas colas recorrían el domingo la zona próxima al pabellón Juan Rulfo, donde, a las siete de la tarde, Silvio Rodríguez iba a "platicar" con 1.000 jóvenes. La fórmula retórica de los 1.000 jóvenes, que da cuenta de distintos actos en que autores o artistas dialogan con su público, se quedó corta en el caso del músico cubano. Entraron los primeros mil, y la organización se aplicó a hacer virguerías (quitar los falsos muros del salón) para que pudieran entrar todos los demás. Así que fueron unos 2.500 jóvenes los que finalmente asistieron al encuentro. Llovieron las preguntas sobre lo divino y lo humano. Silvio Rodríguez estuvo acompañado en la mesa por el director de orquesta Leo Brouwer, el escritor Roberto Fernández Retamar y el ministro de Cultura Abel Prieto, todos cubanos. Se habló de música y se habló de Cuba y, cómo no, se habló de revolución. Un joven guatemalteco decidió ir directamente al grano, y preguntó cómo hacer una revolución cuanto antes en su país. El caso es que Silvio Rodríguez contestó: "Creo que son ustedes los que tienen que responder, la juventud, porque son los que al final han recibido el legado de tanta sangre derramada en su país".

 

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