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16 noviembre
1999 - Nº 1292

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Washington recuerda la persistencia de la represión en la isla

EE UU ignora la denuncia de sabotaje de Castro

JAVIER VALENZUELA, Washington
La Casa Blanca no quiso ayer dar el menor pie a las acusaciones de Fidel Castro sobre la existencia de un plan norteamericano para "sabotear" la IX Cumbre Iberoamericana de La Habana y, al menos en público, ignoró por completo ese acontecimiento. Para evitar provocaciones por parte del exilio cubano, EE UU ha prohibido cualquier tipo de incursiones por barco o avión desde las costas de Florida a las de Cuba.

El Departamento de Estado norteamericano, por su parte, reiteró la línea adoptada por Madeleine Albright en una carta enviada hace días a los dirigentes iberoamericanos, en la que les recordó la persistencia de violaciones de los derechos humanos en la isla caribeña. Un portavoz del Departamento de Estado remitió al último comunicado de ese organismo, que expresa "la más enérgica condena por los pasos dados por el régimen de Castro para silenciar de antemano a la disidencia" con motivo de la cumbre de La Habana.

Estados Unidos pide a "todos los Gobiernos democráticos" que exijan la libertad de "los cubanos encarcelados por expresar pacíficamente sus convicciones políticas". El Departamento de Estado abrió la semana pasada una página web en Internet consagrada a explicar la política norteamericana hacia Cuba, dos de cuyos más polémicos aspectos, el embargo económico y la ley Helms-Burton, han vuelto a ser condenados por una abrumadora mayoría de la Asamblea General de Naciones Unidas.

El Gobierno de Clinton hubiera preferido que la comunidad iberoamericana no se reuniera en La Habana y que, de hacerlo, la cumbre no hubiera contado con la presencia de los dirigentes españoles y portugueses. Pero tampoco ha querido hacer de este asunto un contencioso que deteriore sus buenas relaciones con Madrid y Lisboa.

Para eliminar problemas, España aplazó el pasado verano una visita de Estado a Washington del rey Juan Carlos prevista para comienzos de este mes. La diplomacia española quiso evitar que la superposición de esa visita con la cumbre de La Habana diera pretexto al exilio cubano y a los republicanos del Congreso estadounidense para manifestaciones hostiles contra el monarca.

Sobre las relaciones de Washington con Madrid y también Bruselas pesa ahora una sombra aún más peligrosa: la posibilidad de una sanción administrativa a la empresa Sol-Melia por sus intereses hoteleros en Cuba. Es poco probable que el Departamento de Estado, que estudia esas sanciones, adopte ninguna decisión antes de la celebración, a finales de este mes, de la cumbre de la Organización Mundial de Comercio en Seattle (EE UU). Washington no quiere añadir una guerra trasatlántica a la ya complicada agenda de Seattle.

A excepción de los de Miami, que reflejaron el enfado del exilio cubano por la "legitimidad" concedida a Fidel Castro por la presencia en La Habana del rey Juan Carlos, los medios de comunicación de EE UU tampoco se hicieron ayer eco del acontecimiento habanero. Ello contrastó con las denuncias del régimen castrista sobre un supuesto activismo norteamericano para boicotear la reunión.

Por otra parte, el exilio cubano recibió ayer el apoyo del millonario Donald Trump, aspirante a la candidatura presidencial por el Partido Reformista, que se reunió con los dirigentes de la Fundación Nacional Cubano-Americana.

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