Elián
MUCHOS ROMANCES de ciego se han hecho con menos materiales que los suministrados
por el caso de Elián González. El niño cubano arribado
hace dos meses a Florida en circunstancias trágicas se ha convertido
en objeto de disputa de familiares sin escrúpulos y de políticos
sin escrúpulos. Los últimos episodios han sido la visita
a Elián por parte de sus abuelas, a las que se prepara un recibimiento
de heroínas en La Habana, y el rechazo por un juez de Florida de
la petición del departamento de Justicia para que la familia del
niño en Miami anulara una demanda que pretende la concesión
de asilo político. Al menos, mes y medio más de trámites.
El sentido común dicta como única solución sensata
el inmediato regreso de Elián a Cuba con su padre. Pero el asunto
se embrolla a medida que intervienen nuevos actores. Las leyes estadounidenses
son muy claras. Son los padres biológicos los que, salvo comprobada
ineptitud o crueldad, tienen el derecho de custodia de sus hijos. Funcionarios
del Servicio de Inmigración estadounidense -competente en el caso
y que decretó hace ya tres semanas la vuelta del niño a su
país-, han entrevistado a su entera satisfacción al padre
de Elián en Cuba. Es un hombre que quiere a su hijo y mantiene con
él una intensa relación.
Pero hay demasiados interesados en conseguir beneficios de esta tragedia.
Desde los parientes de Elián en Miami, que han intrigado para convertir
un drama personal en reivindicación política, hasta el agonizante
régimen cubano, que ha hecho del caso su gran altavoz propagandístico,
pasando por algunos políticos estadounidenses que ven en el caso
la oportunidad de agitar su bandería. Lo del régimen castrista
tiene cierto patetismo, con su intento de presentar el asunto como el secuestro
de un niño por el imperialismo. Pero los políticos norteamericanos
al acecho son ahora los más peligrosos. Algunos de ellos pretenden
llevar al padre de Elián a declarar a Washington; otros, hacer del
niño un ciudadano estadounidense por voluntad del Legislativo. De
poco o nada ha servido la llamada de Clinton a la razón. Los actores
de la farsa ignoran deliberadamente el hecho incontrovertible de que la
ley estadounidense está del lado del padre de Elián; y que
el lugar de un niño de seis años está junto a sus
padres, aunque vivan en una dictadura.
En el caso se echa de menos la palabra de un juez federal que haga prevalecer
de una vez por todas la justicia y el buen sentido. Que confirme, sin más
batallas legales artificiales, la decisión del servicio de Inmigración
de devolver al balserito a Cuba. |