¿Qué pasará en la Cuba del poscomunismo? Esta pregunta, que todos los
cubanos de dentro o fuera de la isla tienen que oír constantemente desde hace
ya unos años como una letanía, protagoniza el último Almanaque de la
editorial Mondadori. Cuba y el día después, editado por Iván de la
Nuez, incluye una docena de ensayos de jóvenes escritores cubanos unidos por
pertenecer a la generación de los sesenta (la más joven, Ena Lucía Portela
nació en 1972), la que nació, se formó y creció con la revolución y se tuvo
que adaptar después 'a un mundo que es diferente' al que debía habitar el Hombre
Nuevo de Che Guevara, como dijo De la Nuez en su presentación en Barcelona.
Lejos de los 'cubanólogos que han negociado con la retórica
anticastrista desde instituciones estadounidenses', como les definió De la
Nuez, la mayoría de intervenciones del almanaque desconfían de las inercias de
los 'regímenes liberales' de las democracias occidentales. Como apunta uno de
los ensayistas, Víctor Fowler (La Habana, 1960), cuando se pregunta sobre qué
podría ofrecer la democracia a los problemas más graves de la Cuba de hoy: 'No
veo qué evitará la desnacionalización de la producción y los servicios; cómo
podría resistir una agricultura atrasada los precios de sus competidores del
Norte, poseedores de alta tecnología y subvencionados por su Estado; qué podría
impedir la extensión de un racismo que hoy -pese a la ofensiva educacional del
socialismo- multiplica sus brotes. [...] En fin, que no hay manera de comprar sólo
la parte buena del paquete'.
Antonio José Ponte (Matanzas, 1964) ve el futuro con inquietud: 'El país
perderá su misión de faro de todo el continente, de último centinela en las
atalayas socialistas, de hueso imposible de roer para el imperio norteamericano.
Y, agotados todos esos papeles, ojalá no pasemos a convertirnos con idéntico
fervor en el sitio de fiestas de buena parte del mundo'.
La condición de ni revolucionarios ni anticastristas de Miami, señaló De
la Nuez, sitúan a los autores presentes en el Almanaque -entre los que
figuran también Jorge Ferrer, Antonio Eligio Tonel, Emilio Ichikawa y Omar Pérez-
en una especie de 'no lugar: siempre serán sujetos bajo sospecha'. Sin embargo,
el lugar de residencia de los autores -aproximadamente la mitad viven en la isla
y la otra mitad en el exilio- pone en evidencia, según De la Nuez, que la suya
es la primera generación que 'ha conseguido romper el muro entre exiliados y no
exiliados'.
Los ensayos reunidos en Cuba y el día después tienen también en común
una concepción 'literaria' de la escritura, señaló De la Nuez. En este
sentido, Ernesto Hernández Busto (La Habana, 1968), que reside en Barcelona,
explicó la intención de su ensayo como una manera de 'integrar la experiencia
literaria del emigrante en la literatura cubana'. El irónico ensayo de Rolando
Sánchez Mejías (Holguín, 1959), también residente en Barcelona, consiste en
un coro de voces que representan los diversos sectores de la intelectualidad y
la política cubanas en el que no sale precisamente indemne la 'izquierda
mundial'.
A diferencia de la nueva novela cubana, que se proyecta 'hacia adentro y
antes' y bebe aún de las influencias de nombres como Cabrera Infante, Lezama
Lima y Reinaldo Arenas, entre otros, los ensayistas proyectan su mirada 'afuera
y después'. La explicación, según el compilador, es 'la penumbra del ensayo
cubano en los años setenta, los de la sovietización del país'.