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ZOOM
Todo cuanto concierne a Cuba toma, en España, las máscaras
de una esencial hipocresía. No es nuevo. Este reírle las
gracias al dictador de La Habana nos viene de lejos. El franquismo no ocultó
su simpatía hacia aquel déspota de facha pintoresca. Con
barbas o lampiño, con uniforme verde oliva o bien de color caqui,
con estrellas de general superlativo o de pluscuamperfecto comandante,
todos los dictadores son iguales. Que el último de los sicarios
del general Franco, el senil Fraga Iribarne, fuera arrebatado por la otoñal
pasión del paranoide caribeño, es acerada normalidad: fascista
ama a fascista. Que políticos sin esa carga de tiniebla y pasado
coqueteen con el émulo de Tirano Banderas, quizá sea claro
síntoma del desalmado anacronismo al cual llamamos política.
Después están los otros. Los tipos fríos que nada buscan de emociones fuertes ni de baños de sangre a lo Condesa Bathory. Aquéllos a quienes sólo el dinero excita. Siempre que el dinero sea mucho y el acceso a él muy fácil. Falangistas y franquistas amaron la potestad castrista sobre vida y muerte: eso que hacía al Comandante igual a Dios. Nada tan a la medida de un fascista como este culto loco: Patria o Muerte. Algunos de ellos, con prisa disfrazados de demócratas, siguen atizando el culto. No son lo esencial, sin embargo. El peso del castrismo en España no recae ya ni en viejos falangistas, ni en arcaicos estalinianos (alguno fue las dos cosas, antes de reconvertirse en polanco-felipista). El castrismo hoy, en España, es la gran patronal turística: vanguardia revolucionaria contra la ley Helms-Burton. Es lo delirante de esta historia. Oligarcas hosteleros españoles (de ahí viene el ministro Matutes) se han apropiado, con perfecta cara dura, de las propiedades robadas por Castro a sus dueños legales. Se han beneficiado de una mano de obra desposeída del menor derecho laboral. Se han convertido en la guardia pretoriana del tirano a cuya sombra se enriquecen. Tienen, encima, el santo morro de presentar eso como humanitaria ayuda al pueblo cubano oprimido por el malvado yanqui: y, «al que levante la cabeza, duro con él, Fidel». Cuba. Una tiranía infame. Paraíso de empresarios españoles
sin escrúpulos. Pero empresario sin escrúpulos es sólo
un clamoroso pleonasmo.
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