EE UU permite la
venta de una vacuna cubana para la meningitis B
La autorización marca un hito en la política de embargo
sobre la isla
ROSA TOWSEND, Miami
Por primera vez en cuatro décadas, Estados Unidos va a permitir
la venta de un producto made in Cuba que podría pasar a la
historia de las relaciones entre ambos países como la "vacuna contra
el embargo". La autorización para comercializar la vacuna desarrollada
en Cuba contra la meningitis B, única en el mundo, es, por una parte,
un reconocimiento del avance de la medicina en Cuba, y por otra, una prueba
más de la determinación del presidente Bill Clinton de acercar
a los dos pueblos antes de dejar la Casa Blanca, y al mismo tiempo mandarle
un mensaje al exilio cubano de Miami de que sus presiones ya no cuentan
mucho.
Desde que Clinton anunció en enero la política de "suavización
del bloqueo comercial", los contactos se han intensificado a todos los
niveles.
Hace una semana, Washington dio luz verde al laboratorio anglonorteamericano
SmithKline Beecham para que venda la vacuna en EE UU. Bajo el acuerdo con
el Instituto Finlay de La Habana, SmithKline pagará primero con
medicinas y comida y, una vez que esté a la venta, recibirá
pagos en efectivo por los royalties, que representarán cientos de
millones de dólares para la empobrecida economía cubana.
Pero antes de estar disponible en las farmacias tendrá que pasar
por
las pruebas de control de sanidad norteamericanas, explicó a EL
PAÍS Andy Claster, funcionario del Departamento de Estado a cargo
de la revisión de licencias para todo lo relacionado con Cuba. Según
él, ésta ha sido una decisión tomada por "razones
humanitarias", debida a la cantidad de niños de EE UU que necesitan
la vacuna (la meningitis Neisseria mata anualmente a más de 50.000
personas en el mundo).
Un hito histórico
John Kavulich, presidente de USA Cuba Trade and Economic Council, opina,
sin embargo, que la autorización de la vacuna trasciende las razones
humanitarias y marca un hito en la evolución de la política
sobre el embargo.
Muchos de los cambios en las relaciones bilaterales se habían
puesto en marcha en 1995, pero estuvieron secuestrados hasta este año
por la campaña de presiones de los grupos de línea dura del
exilio cubano, tras el derribo que Cuba hizo de dos avionetas en 1996 en
el que murieron cuatro pilotos cubanoamericanos. Poco a poco la balanza
de presiones ha ido cambiando. Dentro de EE UU, la corriente antibloqueo
ha crecido hasta formar una coalición bipartidista, Americans for
Humanitarian Trade with Cuba, que en sus filas cuenta con pesos pesados
de la política, la educación, las artes y la empresa, desde
el cineasta Oliver Stone hasta el ex director de la CIA James R. Schlesinger.
El único frente de presión son tres congresistas cubanoamericanos
que sistemáticamente votan en contra de cualquier atisbo de normalización
de relaciones (y cuentan con el apoyo de senadores ultraconservadores como
Jessy Helms, a quien se debe la ley que endureció el embargo). Esta
coyuntura política ha dado pie a Washington a impulsar reformas
para fomentar una sociedad civil en Cuba, mediante los contactos pueblo
a pueblo. En palabras de un funcionario del Departamento de Estado, EE
UU está decidido a seguir presionando a Castro. "La prueba de que
esta política está funcionando es que cada vez que se levanta
una restricción, la respuesta de Castro es aumentar la represión
por miedo a que la situación se le vaya de las manos. Es a él
al que no le interesa que se levante el embargo", afirmó a este
periódico dicho funcionario.
Un remedio eficaz disponible
en dos años
Tras una epidemia de meningitis en Cuba en los años ochenta,
el Instituto Carlos J. Finlay desarrolló la vacuna que prácticamente
eliminó la enfermedad, pero no tenía medios de comercializarla.
Desde 1989 la usan Argentina, Brasil y Colombia, pero no está disponible
en el resto del mundo. Tras el acuerdo, SmithKline la podrá vender
en todas partes, si bien probar su eficacia le llevará de uno a
dos años. Según la Organización Mundial de la Salud,
la meningitis B afecta anualmente a más de medio millón de
personas en el mundo y mata a 50.000, en su mayoría niños
y jóvenes. "La vacuna tiene el potencial de proteger contra la enfermedad,
por eso estamos muy satisfechos de esta colaboración", explica Jean
Stephenne, presidente de SmithKline. |