La biotecnología cubana rompe el embargo
Ante la falta de recursos farmacéuticos, los investigadores
desarrollan productos que hoy atraen a las multinacionales
Una enfermera aplica una vacuna a una ciudadana cubana.
MAURICIO VICENT | La Habana
A mediados de 1999, los principales periódicos del mundo recogieron
una noticia singular: por primera vez en cuatro décadas, el Gobierno
de Washington permitiría a un laboratorio farmacéutico de
capital anglonorteamericano -el gigante Smithkline Beecham- participar
en la realización de las pruebas clínicas y la comercialización
de una vacuna cubana contra la meningitis B. Más allá de
las connotaciones políticas, el hecho de que Estados Unidos decidiese
saltarse el embargo de este modo supuso un importante reconocimiento para
la ciencia cubana; Cuba era el único país del mundo que había
desarrollado una vacuna efectiva contra la meningitis B, enfermedad bacteriana
que provoca anualmente la muerte de 50.000 niños y adolescentes.
La política de embargo norteamericano, paradójicamente,
hizo que personas de todo el mundo supieran de la vacuna antimeningocóccica
BC y se interesasen por los avances de la ciencia en la isla. Surgieron
numerosos interrogantes: ¿era esta vacuna el único hallazgo
de la industria biotecnológica cubana? ¿Cómo un país
en el que escasean el jabón y las aspirinas poseía un potencial
científico tan considerable?
Año y medio después de aquella noticia en varios laboratorios
de La Habana se trabaja en las vacunas contra el dengue, el cólera
y una vacuna terapéutica contra el cáncer que se desarrolla
en colaboración con el grupo canadiense York Medical Inc. Ésta,
que permitiría evitar el riesgo de metástasis en los pacientes
operados de ciertos tipos de cáncer, se encuentra en la fase dos
de prueba y se experimenta en grupos de pacientes en Canadá y Cuba.
También científicos cubanos trabajan en la actualidad
en una primera versión de una vacuna contra el sida. El grupo de
20 voluntarios en la que se experimenta está formado por los propios
investigadores que tratan de desarrollarla, pero las primeras pruebas han
provocado reacciones no deseadas, por lo que ahora se está perfeccionando.
'La vacuna contra la meningitis es uno de los primeros logros de los
científicos cubanos, pero ni mucho menos el único', afirma
el director del Centro de Inmunología Molecular (CIM), Agustín
Lage. El CIM produce distintos tipos de anticuerpos monoclonales, entre
ellos, explica Lage, el que sirve para el tratamiento de los tumores de
origen epitelial, que se prueba también en cooperación con
los laboratorios York.
'La industria biotecnológica y farmacéutica cubana produce
desde hace años Interferón Recombinante Alfa, Estreptokinasa
(un medicamento que destruye los coágulos después del infarto
cardiaco), factor de crecimiento epidérmico (otro invento cubano,
que se utiliza en el tratamiento de las quemaduras) y más de un
centenar de medicamentos de alto nivel tecnológico que muy pocos
países fabrican', asegura el responsable del Centro de Inmunología
Molecular.
La institución científica que dirige Lage es una de las
38 que integran el llamado Polo Oeste de La Habana, el más importante
del país y en el que trabajan 1.440 investigadores.
Julián Álvarez, el coordinador de esta gran red de institutos,
informa que los principales programas son tres: el desarrollo de vacunas
humanas y veterinarias, los productos biotecnológicos y farmacéuticos
y la biotecnología agrícola. Hasta el momento, los resultados
más llamativos se han dado en el campo de la medicina, pero también
se han descubierto y fabricado productos para la bioindustria (enzimas
industriales como la alfa-amilasa recombinante de la levadura), y productos
veterinarios (como la vacuna contra la garrapata del bovino).
Según Álvarez y Lage, la explicación de por qué
un pequeño país como Cuba ha sido capaz de alcanzar este
notable desarrollo científico es, sobre todo, política. 'Desde
el mismo triunfo de la revolución, y por empeño personal
del presidente Fidel Castro, en Cuba se han dedicado cuantiosos recursos
a la ciencia', afirma Lage. Hoy, en toda la isla hay 15 polos científicos
con 2.600 investigadores y 2.500 profesores universitarios trabajando a
tiempo completo, muchos formados en el extranjero. Según Álvarez,
sólo en el último decenio se han invertido en este sector
más de mil millones de dólares, 'recursos que ya se han amortizado
con las ventas de nuestros productos', dice.
La firma Heber Biotec, encargada de comercializar un centenar de productos
elaborados por el CIGB, exporta desde hace años a diversos países
de América Latina y a otros como China. La entrada de compañías
como la York o la Smithkline Beecham en el sector es alentador y, creen
los científicos de la isla, podría suponer el definitivo
despegue internacional de la industria biotecnológica y farmacéutica
cubana.
Pero ¿cuál es la razón de que las vacunas y medicamentos
made in Cuba no se comercialicen en el mundo? El doctor Álvarez
asegura que en muchas ocasiones esto se debe a que la isla no dispone de
recursos para realizar los ensayos clínicos de estos medicamentos
y establecer las redes de venta en el mundo. 'Por eso necesitamos de socios
que tengan fuerza para introducirlos en el mercado', afirma. 'Ya se está
trabajando con laboratorios de Canadá, Alemania y ahora con Smithkline',
dice Álvarez, 'pero otros gigantes norteamericanos, como la Merck
Sharp&Down o Johnson&Johnson, que en el pasado se han interesado
por nuestros productos, no pueden hacer nada porque no se lo permite el
bloqueo norteamericano'.
Los científicos cubanos afirman que es falso que los medicamentos
cubanos no pasarían los controles rigurosos que se establecen en
Europa y EE UU. El problema es mucho más complejo, dicen, y en ello
influyen también cuestiones de proteccionismo y de control de los
mercados. En otros países con regulaciones diferentes, los medicamentos
cubanos se venden desde hace años y con relativo éxito. Es
el caso de la vacuna contra la meningitis B, por cuya venta a Brasil Cuba
ha recibido ya 150 millones de dólares. El medicamento se vende
también en Colombia, México y Argentina, y tras el acuerdo
con Smithkline Beecham, dentro de algunos años podría venderse
en Europa y EE UU.
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Farmacias desabastecidas
'La causa principal de esta situación es la falta de recursos
en divisas para comprar la materia prima y los medicamentos, que, hay que
recordar, se distribuyen a toda la población a precios subvencionados',
explicaba el año pasado a EL PAÍS un alto funcionario del
MINSAP. Tras el derrumbe del campo socialista, la importación de
medicamentos cayó casi un 60%, pero ahora la situación es
diferente. Anualmente se dedican más 120 millones de dólares
a comprar medicinas, pero aun así hay un gran déficit.
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