Durante tres siglos y medio, los distintos paises que componen lo
que se suele llamar América latina pertenecieron al imperio colonial
español, salvo Brasil que el tratado de Tordesillas atribuyó
a Portugal en 1493. Esa dependencia compartida creó entre todas
esas naciones una comunidad de cultura que la unicidad del idioma no logra
explicar. Un colombiano se siente hermano de los chilenos o de los cubanos,
mucho más que un francés se siente hermano de los canadienses,
de los suizos o de los belgas. La misma historia, una composición
étnica semejante, problemas políticos y sociales idénticos,
la misma incertidumbre del porvenir, y sobre todo un enmigo común
: el yanqui, todo contribuye a hacer
que esos paises se perciban como un elemento de un conjunto más
amplio que unos llamaron « América total »
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La canción,
al traspasar las fronteras y reunir las generaciones, es uno de los vehículos
privilegiados de esa idea unificadora. La diversidad de los folclores no
es obstáculo, sino fuente de riqueza, y las reivindicaciones comunes
se expresan tanto a través de los corridos mejicanos, los
tangos argentinos o las canciones de la nueva trova cubana.
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