Cuba merece más
MIGUEL ÁNGEL AGUILAR
He compartido en La Habana las vísperas de la IX Cumbre Iberoamericana
junto con diputados del Parlamento Europeo populares y socialistas, como
Gerardo Galeote y Emilio Menéndez del Valle; otros políticos,
como el presidente de la Comisión Mixta Congreso-Senado para la
Unión Europea, José Borrell; economistas como el profesor
Julio Segura; historiadores como el profesor Santos Juliá, y una
amplia representación de periodistas prestigiosos procedentes de
todos y cada uno de los países de la América Ibérica
y de un buen número de los países miembros de la UE, entre
los que destacaban portugueses y sobre todo españoles. Participábamos
en el V Foro Eurolatinoamericano de Comunicación, que se ha ocupado
de examinar las relaciones de este particular arco atlántico y,
en especial, los acuerdos de la Cumbre de Río, las crisis económicas
de la globalización y los atisbos de la nueva arquitectura financiera
internacional. El intento era, además, sumar en el análisis
las perspectivas de una y otra orilla.
El propósito no era debatir sobre Cuba, ni tampoco debatir con
los cubanos, sino más bien abordar un temario de ámbito latinoamericano,
pero hacerlo precisamente en La Habana igual que en años anteriores
se hizo en las ciudades donde se celebraron las cumbres de Oporto, Isla
Margarita, Santiago y Bariloche. Pero sólo en física se hacen
experimentos en el vacío del laboratorio. Así que las discusiones
de La Habana se celebraron en las condiciones de presión y temperatura
propias de ese lugar en estos precisos momentos. Además, hubo amplia
e interesada participación tanto de los responsables de los medios
de información que allí tienen su sede como de los corresponsales
extranjeros acreditados. Por eso una u otra vez, como dicen los de la trova,
esto se puso caliente. Hubo muchas susceptibilidades, pero hubo
sobre todo un reconocimiento por todos los ponentes y participantes de
que todo fue dicho queriendo a Cuba y a los cubanos.
Desde luego, el contingente europeo para nada desfiló en formación.
Los puntos de vista expresados fueron muy diversos y nadie aportó
el inexistente bálsamo de fierabrás. En el V Foro, organizado
por la Asociación de Periodistas Europeos y por el Centro Iberoamericano
de Comunicación y Estudios Sociales, se dieron los gritos de rigor
contra la Ley Helms-Burton, hubo unanimidad en la condena del bloqueo norteamericano
y se avanzaron deseos de progreso en las libertades públicas. Los
interlocutores cubanos fueron muy contundentes cuando se produjeron menciones
a la disidencia y se esforzaron por restarle representatividad mientras
defendían los logros del sistema y reclamaban el derecho a defenderse
en una situación de extrema gravedad a la que se ven reducidos por
Washington.
Otro argumento favorito, esgrimido incluso por el nuevo canciller Felipe
Pérez Roque, es el de la discriminación hacia Cuba a la que
se plantean exigencias que decaen al negociar con otros países.
Citan entonces el caso de China o de Vietnam. Pero, al hacerlo, pareciera
que buscan sitio en la negrura de las excepciones y que ignoraran un principio
honorable, el de que Cuba y los cubanos merecen más. Así
lo acredita su historia, su personalidad, el lugar privilegiado en que
se encuentra y la condición admirable de sus gentes. Y así
lo sienten, desde luego, cuantos españoles conocen la Isla Grande
y comprueban que es sin duda el país de América donde más
nos quieren. Desde luego, en Cuba como en toda Latinoamérica necesitan
que la UE se convierta en un nuevo actor de primera en la escena internacional
porque estar a merced de una sola superpotencia resulta muy desfavorable.
Eso sí, demostrando la habilidad de otras veces, en particular Castro
parece haber empezado por incompatibilizarse con Javier Solana, que es
quien tiene el encargo de instrumentar la Política Exterior de la
UE.
En cuanto al presidente Aznar, después del incidente de las corbatas
y del axioma "si tu mueves ficha, yo muevo ficha" que precedió al
puñetazo en el tablero, ha regresado al cabo de dos años
al punto de partida sin provecho alguno para nadie ni alcanzar el más
mínimo progreso en la dirección proclamada. Desde hace muchos
meses todos los esfuerzos han sido para preservar las relaciones sin alentar
susceptibilidades, pero, eso sí, horas antes de aterrizar en La
Habana ha proclamado: "Mientras Castro viva, no veo ninguna posibilidad
de apertura ni de cambio". Es decir, le ha concedido la condición
de Jefe de Estado vitalicio y, al mismo tiempo, vistos sus compromisos
con la apertura y el cambio, le ha deseado la muerte. Diplomático
comienzo. |