UN VIAJE DE ORO |
Mi trabajo en aquel momento era estirar todo el cable del amantillo sobre cubierta, un grueso cable de acero, muy largo y pesado, esa operación había que realizarla cada vez que se necesitaba izar alguno de los puntales. Como el barco era algo viejo, el sistema de izaje de los puntales era muy antiguo también. El buque "Habana" fue construido en Inglaterra y entregado a Cuba en el año 1961, fue mi primer barco en lo que luego se convertiría una larga trayectoria como marino. Ocupaba la plaza de timonel en ese tiempo que les narro, muy joven aún, no llegaba a los veinte años. Por mi inexperiencia como marinero respetaba mucho aquella maniobra, era peligrosa como muchas de las que había que enfrentar diariamente a bordo de los barcos, al cabo de poco tiempo y ayudado por los pocos viejos marinos, aquellos que lograron sobrevivir a las purgas realizadas contra ellos, me fui convirtiendo en un lobo de mar. Cuando sobrepasaba la cara de proa de la bodega número tres, el cable se me desprendió de las manos y observé como se desplazaba a la misma velocidad de un disparo sobre cubierta, en su loca marcha de regreso al lugar de donde lo había sacado, varias chispas se produjeron cuando rozaba con la cubierta, todo sucedió en fracciones de segundo que culminaron con un potente boom, muy similar al de una explosión y seguida de un profundo silencio, cada cual permaneció en su lugar sin escapar del susto vivido en aquellos instantes. Sobre la tapa de la bodega yacía el puntal de babor, no se había enterado de nada, continuaba rígido y derecho como era su costumbre siempre que se empinaba al cielo, una de las tapas de la bodega se encontraba muy averiada, siendo de acero no pudo resistir el impacto sobre ella de aquel puntal de varias toneladas. Al lado del mástil que sostenía aquel puntal caído se encontraba el flaco Menéndez, tieso como una vela y más mudo que un pargo dentro de una nevera, conservaba en sus manos el pedazo de cadena que usara para abozar el amantillo del puntal, en esa operación para trasladar al cable desde el tambor del winche hasta la cornamusa. Aún recuerdo las palabras de rutina usadas para realizar esa maniobra en su débil voz; <<< ¡Firme la boza, reconoce! >>> Entonces el hombre que se encontraba maniobrando con el cable debía arriar poco a poco, hasta que la cadena se estirara y todo el peso del puntal cayera sobre ella, ese era el momento en el que solo se disponía de escasos minutos para hacer firme el cable en la mencionada cornamusa. La cadena se encontraba podrida y no pudo resistir el peso del puntal, el flaco había nacido ese día, en mi caso hubiera estado en la punta del mástil izado como una bandera, tenía la cabrona costumbre de enroscarme dos vueltas de la cadena en la mano para que no se me escapara y nadie me había advertido de este peligro. Recordé que parte de nuestros familiares se encontraban en la Alameda de Paula esperando por nuestra salida, el buque estaba atracado en el Muelle "Margarito Iglesias" y desde la proa podía decirles algo, fui corriendo hasta allí y le dije a la gente que no había sucedido nada, casi todos los familiares de los tripulantes se conocían, entre ellos estaba mi novia, hoy mi esposa. Hubo que volver a subir el puntal, para cargar unas cajas que llegaron a bordo de un camión Zil del ejército, se colocó la cadena de otro puntal para repetir la maniobra, pero el nerviosismo y la desconfianza no nos abandonaba, todas se encontraban en condiciones similares. El camión estaba cargado hasta el tope de unas cajas similares a las usadas para proyectiles, encima de ellas unos cuatro soldados armados de AKM fumaban y bromeaban entre ellos, me recordó por instantes mi paso por el ejército, cualquier misión fuera de la rutina del encierro en la unidad era motivo de diversión, ellos estaban disfrutando de esa salida, hasta que llegó el momento de descargar las cajas que custodiaban. Un pequeño grupo de estibadores comenzaron a colocarlas sobre una red, otro pequeño grupo de ellos la descargaban en la cara de popa de la bodega nr.3, y los restantes las cargaban hasta un pañol que existía al lado del saloncito de tripulantes. Allí fueron estibadas hasta el techo y una vez todas adentro, se le colocaron a la puerta sendos candados. Nosotros terminamos de poner el buque a son de mar y mientras se esperaba a las autoridades para el despacho, algunos marinos fuimos a despedirnos de nuestros familiares. Esa noche de un mes cualquiera de1969, partimos rumbo a Rótterdam en Holanda. Detrás de nuestra estela quedaba una isla sumida en uno de los primeros "Períodos Especiales", millones de gente embarcados en una nueva aventura condenada al fracaso, me refiero a la zafra de los "Diez Millones" y sufriendo los embates de la "Ofensiva Revolucionaria", una especie de revolución cultural china al estilo cubano. Solo había una orden del día, "trabajar", hacerlo por un futuro en el que muchos soñaron y nunca llegó, gente mal vestida, mal alimentadas, personas que un día borraron todo vestigio de orgullo y dignidad por satisfacer un vicio, fumar. Nunca pensé que se llegara a esos extremos, me refiero a ver a la gente recogiendo colillas del suelo en la calle sin ningún tipo de vergüenza, hoy, solo se habla de este período especial con asombro, desgraciadamente tenemos mala memoria. Antes de la partida embarcaron dos personajes que para nadie era un secreto su procedencia, eran miembros de la Seguridad del Estado, Diosdado y Alicio debieron ser sus nombres de guerra, sobre el contenido de aquellas misteriosas cajas nadie preguntaba nada, siempre tuvimos la intuición de que saber mucho era malo, peor aún era estar indagando. Los tipos enseguida se relacionaron con la tripulación y sus "amistosas" conversaciones estaban dirigidas a conocer bien el terreno donde se movían, eso si, se turnaban para hacer guardia muy cerca de la puerta donde se guardaban las misteriosas cajas, casi siempre se les podía localizar en el saloncito de tripulantes. Los viajes hasta Holanda a bordo de aquel buque nunca fueron realizados en menos de diecisiete días, su velocidad era muy pobre, con todo a favor nunca sobrepasó los trece nudos. A la llegada a Rótterdam, donde arribábamos cada dos meses, Diosdado, quien tenía el grado de Capitán en la Seguridad se desapareció por unos días, algunos llegamos a comentar que se había exiliado, pero luego de concluir las operaciones de descarga y ver que el buque fuera detenido allí, con el infundado pretexto de realizar unas reparaciones en la máquina principal, hizo que aquellas opiniones desaparecieran de nuestros pensamientos y nos diéramos cuenta que el asunto era más importante de lo que imaginábamos. Tres días después llegó el misterioso pasajero y salimos del puerto con destino desconocido. Siempre se le informa a la tripulación cual será el próximo puerto a visitar, pero ese viaje se rompieron las armónicas normas a las que estábamos acostumbrados. Cuando entré de guardia al puente esa madrugada el barco se encontraba recalando al río Támesis, lo identifiqué muy pronto porque ya habíamos navegado por él en otra oportunidad, pocos minutos mas tarde nos abordaba el Práctico. Al pasar por la esclusa que nos aislaría del río comprendí que nuestro destino final sería Tilbury Town, donde finalmente atracamos en un muelle donde no existían operaciones. Los carros de algunos funcionarios de la embajada de Cuba se encontraban esperando nuestro atraque, y luego de todos los trámites de rigor fueron colocados agentes de la seguridad inglesa. No se le permitió a ningún tripulante bajar a tierra durante más de veinticuatro horas, mientras el ir y venir de ingleses y cubanos era constante. Al día siguiente de estar atracados llegaron varios vehículos blindados y una numerosa tropa muy fuertemente armados, rodearon todo el buque y zonas aledañas a nuestro muelle, pocos minutos después llegó un pequeño grupo de estibadores que comenzaron las operaciones de descarga de aquellas cajas, mientras eran apuntados por armas largas y automáticas. Todo fue muy rápido y sencillo, cuando aquella caravana de autos blindados, carros patrulleros y policías en moto desaparecieron de nuestro escenario, se respiró con un poco más de tranquilidad, pero todo aquel despliegue de fuerzas, para descargar las cajas que fueran embarcadas con tanta insignificancia en Cuba, nos hizo recapacitar un poco y fue cuando nos dimos cuenta de que aquellas cajas no eran de leche condensada. Esa tarde nos dieron dos horas para salir a comprar, cobrábamos 0.75 centavos de dólar diario y con ello tenía que resolver los problemas para formar mi futuro matrimonio, marchamos para un mercado de las pulgas y allí compré un colchón de uso, no podía aspirar a nada mas y en esa compra se me fue todo el dinero, en la isla no lo vendían y para repara los viejos tenía que ser por medio de un certificado médico, luego, esperar una cola que podía consumir un siglo. Cuando salimos de Inglaterra y todo dejó de ser un misterio, se nos comunicó del éxito que había tenido la misión por nosotros realizada, las cajas de "Oro" llegaron sanas y salvas a su destino. Luego, retornamos a Holanda donde cargamos con destino a la isla, en el puerto de La Coruña hicimos combustible para la travesía y diecisiete días mas tarde nos encontrábamos disfrutando del mismo panorama, la gente recogiendo colillas del piso y matándose en las colas para comprarse un par de zapatos plásticos, tan insoportables como una olla de presión. Han pasado muchos años de aquello que desentierro de la memoria, antes de que a ese baúl lo ataque el comején, siempre me quedaron pendientes algunas preguntas y muchas dudas; ¿Cuántos millones viajarían en aquellas cajas? ¿De donde salió todo aquel oro cuando la economía de la isla era desastrosa? ¿No decían que Batista se había robado todos los fondos de Cuba? ¿A cuál cuenta fueron a parar esos depósitos? Creo que moriré con las dudas y con la seguridad de que muy poquitos en la isla conocían estos raros movimientos. Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
1-5-2001.
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