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Breve historia de un pantalón
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Basado en hechos de la vida real....... 
    La calle St. Catherine, es una de las arterias mas concurridas de la ciudad de Montreal, ni el invierno más cruel ha podido paralizar el constante trafico de peatones, muchos de ellos turistas. No tiene mucho de especial que la diferencie de otras metrópolis, a ambos lados de la estrecha calle se observan tiendas lujosas, bares, restaurantes, cafés, cines, etc. Pero esto no quiere decir, que el transeúnte  no pueda comerse un barato hot dog, ya que todas sus tiendas no son lujosas.

    Esta calle la recorrí por primera vez en el año 68, y aun hoy conserva ese encanto que la hace particularmente interesante. Dos años después volví en cinco viajes consecutivos a bordo de la motonave "Jiguani"; descargábamos primero en Toronto y Hamilton, cargábamos por allá maíz a granel y luego completábamos la carga en Montreal para Cuba.

    En esas obligadas caminatas por esta calle, un día vi un pantalón que estaba de moda su corte, pero no su precio para mí, solo nos habían pagado 35 dólares y yo estaba enfrascado en comprar las cosas de mi novia para la boda. Tenia que dedicar solamente todo el dinero de un viaje para su ropa interior, en otro le compraría los zapatos y así cada viaje contando los centavitos.

    Parece que uno de esos días, paso por la misma tienda el Primer Oficial del buque, Felipito como le decíamos todos de cariño por lo buena gente que era, Felipe Montano era su nombre verdadero, vivía también en el poblado de Regla; pero este era de verdad muy chevere.

    Felipito según me contó después, se paraba siempre delante de la vidriera añorando aquel hermoso pantalón y siempre se figuraba exhibiéndolo en los bailes que a veces se daban en el Liceo de su barrio. Pero cada vez que lo hacia, sacaba una listica que casi siempre cargábamos todos los marinos, y leía; un par de zapaticos para mi ahijado clandestino, unos ajustadores para la vieja, blumers para mi hermana, cuchillas de afeitar para el viejo, que no soportaba las Patria o Muerte que a veces encontraba en Cuba, shampoo, pasta de dientes, y una pastillas de vitamina E para las teticas de una prima, etc., etc. etc.

    Todos los viajes era la misma cantaleta y nunca podía resolver los problemas de todo el mundo, debo aclarar que Felipito ganaba lo mismo que yo, quien en ese entonces era timonel, o sea, $5.00 dólares a la semana, el hombre sufría por aquel pantalón; y así paso dos viajes sin podérselo comprar, por su cuenta, él podía disponer de solo unos diez dólares para sus gastos personales, y los otros restantes para la tragedia de la familia.

    Pero al tercer viaje la suerte lo acompaño, habían rebajado el pantalón a diez dólares y sin pensarlo se lo compro. Ese día, de lo más contento se lo puso a la hora de la comida y se paseo por todo el barco, era objeto de exclamaciones de admiración, de verdad yo lo envidiaba, era el pantalón de corte campana de color carmelita a rayas, se usaba mucho en esa época. Pero aquella felicidad de Felipito duro muy poco; Fue llamado por el Sobrecargo Arsenio quien era el Secretario del Partido, y le dijo que él como Militante no podía exhibirse con aquella prenda que era un símbolo de ostentación y desviación ideológica, inaceptable para un miembro del Partido.

    A Felipito se le cayeron los mocos, tenia que elegir entre el pantalón y el Partido, entre el Partido y su carrera para llegar a Capitán, y finalmente se tuvo que decidir por el mas fuerte, el Partido. Esa misma noche hablo con Guillermo Sánchez Oro que era el Tercer Oficial, para proponerle el pantalón, este enseguida acepto pero le dijo a Felipito que solo le quedaban seis dólares. Sin protestar los tomo porque era mejor que nada.

    Al otro día a la hora de la comida bajo Sánchez Oro muy orgulloso con su adquisición, y la gente se lo celebró también pero después de la comida, el Secretario de la Juventud Comunista le metió la misma arenga a este y Sánchez salió desesperado en mi búsqueda, él sabia que yo no tendría problemas porque todavía no pertenecía a la UJC y el pantalón me tenia loco. Pero cuando el enano ( que así le decíamos) llegó hasta mí, solo tenia en los bolsillos dos dólares, me dijo que le pidiera prestado a alguien y salí con esa intención del camarote, pero ya todo el mundo estaba arrancado. No le quedo mas remedio que dármelo en ese precio y así me convertí en el hombre más feliz del barco.

    Cada vez que tenia una oportunidad durante la travesía de regreso, me lo probaba en el camarote y lo tenía reservado para la llegada por Cienfuegos. Yo tenia la camisa que hacia una perfecta combinación y los zapatos que había comprado en España. 

    Una vez en La Perla del Sur, me vestí y salí para el Prado ya que habían Carnavales, yo notaba como las muchachas me observaban y me dedique a recorrer el terreno, buscando la que más me gustara, hasta que al fin la encontré y bailamos como pudimos, nos metíamos en los molotes para comprar cerveza, y después para orinar todo se convertía en una tragedia. Habían construido unas letrinas encima de las cloacas de las calles y las colas eran perra, cuando lograbas entrar lo hacías con el orine casi afuera, y entonces dentro de aquellas letrinas no había nada, solo las tablas de playwood y la alcantarilla de la acera. Si orinabas la pared te salpicaba y si orinabas el piso también, pero a esa hora nadie estaba para escoger y te orinabas tu mismo, o meabas al de al lado o él a ti, y el mal olor era terrible, pero al fin se lograba evacuar.

Después de eso le propuse a la muchacha irnos para una posada y no querían mirar los bajos del pantalón todos meados, ella acepto y partimos, en Cienfuegos solamente hay dos, El Remblo y El Papito, la cola era tremenda, pero yo no quería perder a mi presa y en un chance hable con el posadero, el dinero no lo aceptaban porque no tenía valor, estabamos en la danza de los millones, pero yo estaba preparado para ello, en la calle no había cigarros y le puse dos cajetillas en las manos. Al momento tenia una vetusta habitación, no había casi nada, solo una cama con una sabana por la que habrían desfilado miles de gente antes que yo por su aspecto, pero al menos estaba limpia, no había closet donde meter la ropa, solo una toallita y una botella de ron llena de agua para que la mujer se lavara. Le pedí dos tragos de ron al posadero y me los trajo en dos pomitos de compota porque no tenían vasos, bueno no había de otras, teníamos que conformarnos y disfrutar el momento.

    Cuando me desvestí, puse el pantalón en un clavo al lado de la persiana y me puse a hacer el amor con aquella muchacha que tanto me gustaba. No sé, sentí como un grito del pantalón que me llamaba, y cuando me di vueltas por la ventana entraba un brazo, muy próximo a tomar mi prenda. Como una fiera salte sobre aquella mano intrusa y la doble, sentí un quejido de dolor y la solté, tomando mi pantalón de regreso a la cama.

    Al otro día, metí al pantalón en un cubo con detergente para lavarlo a mano y así lo hice, lo colgué en el baño para que se secara y cuando fui por el que desilusion, el pantalón se estrujaba y una vez seco, lo guarde en una bolsa para mis hermanos, yo tenia otros y no me gustaba la plancha.

    Cuando llegue a La Habana, mis hermanos se pusieron contentos con el regalo, un día lo usaba Ernesto, otro Carlos, otro día Luis y así hasta que se aburrieron, entonces, se lo prestaban a los amigos a cambio de otra prenda y en el barrio lo uso Francisco, el Bola, Ñiquito, Perico, Juanito, Pepe, el Ñato, el Chino y otros. Como los muchachos no tenían ropa, se lo cambiaban todo y desarrollaron una estrategia para que las muchachas no los vieran con las prendas cambiadas, así no podían gritarles; "Sambuyo, suelta lo que no es tuyo"_ Esa era su mayor preocupación y todos se reían cuando se tomaban una o dos botellas de Walfarina, yo a veces compartía con ellos, eran los chicos del barrio, todos buena gente.

    Un día se olvidaron de la estrategia y coincidieron con las chamacas en el Liceo de Luyano, ellas se reían pero no les gritaron nada, porque había chamacos de otros barrios, pero cuando estaban bailando algo suave, las muy cabronas les decían en el oído," Sambuyo" y a los muchachos les dio pena.

    Esa noche Ñiquito se empato con Julia, y cuando estaban apretando le metió las manos en las tetas, y se encontró con un paquete de algodón de relleno, ella se ruborizó y le confesó que los ajustadores eran de su prima, el  Bola se encontró que Tania no tenía blumer y no era porque fuera descarada, ella no se lo ponía en los días del mes que no le bajaba eso que le da a las mujeres, y era para conservar al que tenia, y así todos hicieron sus descubrimientos, olvidando al final sus penas. Las chicas también cambiaban. 

Entonces inventaron eso de casarse solo para comprar lo que daban en la tienda de los matrimonios, era casi nada, lo que más les interesaba era la cerveza y el cake, lo demás lo vendían y con eso se divorciaban, pero a algunos les salió mal el juego, Julia se hizo tres legrados, Sonia tuvo un varón con el Ñato, y el Bola la jodió con unos jimaguas, después de esto paso el tiempo y los muchachos se calmaron un poco.

    Un día, fui a pintar a casa de mi madre y cuando le pedí un pantalón viejo, apareció el pantalón de rayas, ella me lo quitó de las manos porque decía que todavía se podía usar, yo lo tome otra vez y le quite la idea, ya estaba muy viejo, habían pasado dos años y tenia cambiado el zipper de la portañuela ( que la verdad no sé porque se llama así), si los hombres no tenemos ñuelas entre las piernas, tenia algunos zurcidos, pero servia para pintar.

    Cuando termine, lo metí en un cartucho y lo puse en el cubo de la basura, ese día pasaba el camión y me quede en el balcón para vigilar que no se llevaran el cubo. Llegó éste con la peste y la bulla de siempre, el viejo que tomo el cubo de mi casa reviso el cartucho y sin abrirlo metió su contenido en un saco que del camión colgaba, allí llevaba los trofeos del día, después recogió un cabo de cigarro de la acera, y echo la picadura en una pipa artesanal de cañabrava y cuando se disponía a subir al estribo del camión, un grito salió de una de las casas, de una casa cualquiera y yo conocía la voz de quien gritaba; "Leones apestosos de mierda" ( asi le decían a los basureros ), entonces el viejo se quitó la pipa de la boca y respondió mas fuerte, " Leona es la puta de tu madre ", y todos nos reímos y empezaron a salir las viejas, ese era el show de barrio, a la gente no le gustaban los muñequitos rusos, y el noticiero era falso, solo los entretenían las novelas, que muchas veces no veían porque se iba la luz. Después en la otra cuadra gritaban lo mismo y así en La Habana entera.

    Después de eso me case y como no tenía casa, me fui a vivir con la suegra y allí Dios me regalo un montón de cuñados, para que los días de fiesta los vistiera, mi mujer no se cansaba de protestar y alegaba que debía cuidar la ropa para cuando yo saliera, pero que les iba a decir si eran jóvenes como yo, y los mas chiquitos se apuraban por crecer para alcanzarme, pero viendo que no lo lograban se ponían la ropa, creo que fueron los que impusieron la moda de la ropa grande y ancha, sin que nadie les pagara derechos de autor por esa gran idea, pasaron muchos años y yo no me daba cuenta, pero los problemas seguían y nunca envejecían, como los chicos de barrio y atrás otros venían.

    Pasaron veinte años de esto y después de trabajar como un mulo tenia mi apartamento, poquito a poco lo fui armando, pero seguía saliendo a navegar con la misma listica de cuando era joven, y aunque ahora era Oficial, igualito que Felipito las cosas no cambiaron, solo que nos habían aumentado a un dólar diario, pero la vida había subido también, lo mismo que mi edad y ya no era el joven puro, tenia que inventar (sinónimo de robar, contrabandear, revender, traficar) palabra muy común en la vida de un cubano, y un día le pregunte en mi casa a mi esposa por unos zapatos, y ella me respondió que debían estar en el barco, luego comprobé que allá no estaban, le pregunte por una camisa y me respondió lo mismo. Pense que estaba perdiendo la memoria y que dejaba la ropa regada por todos lados, así sucedió con varias prendas que después iban apareciendo, hasta que un día, oigo una gran discusión en el cuarto de mi hijo y cuando entro, mi esposa lo recriminaba por darle mi ropa prestada a sus amiguitos.

   No le mas digas nada le dije, solo que cuando la necesite te la pida y la devuelva, ella continuo protestando y yo le recordé; que de melones no se pueden obtener guayabas, de la misma forma que del olmo no se pueden obtener peras. Ese día salí feliz, aquella había sido parte de mi obra, la lección que me enseñaron las monjitas de la Casa de Beneficencia, habían sido aprendidas también por mis hijos, y me daba mucho gusto, cuando mi hija vestía a sus primas en mi casa para salir de paseo con ellas, o cuando el varón le prestaba algo a su mejor amigo, para que este estuviera en igualdad de condiciones cuando salían juntos. La realidad era que se podía conseguir alguna ropa por la bolsa negra, pero la mayor parte de la población solo gana para escasamente comer y la juventud arrastra los mismos problemas de los que nos vamos poniendo viejos. 

Un día me canse y rompí con todo aquello y siete años mas tarde llego mi hijo, estuvimos hablando toda la madrugada, de las traiciones de mis llamados amigos, aquellos que les dieron la espalda a mi familia, cuando más lo necesitaban, por miedo a que los señalaran por relacionarse con familiares de gusanos, de traidores a la patria. También me hablo de los buenos, a los que se les dijo que no fueran por la casa para protegerlos, y lo que más me asombro fue; que muchas de aquellas personas que un día me pidieron la cabeza, habían reconocido su error y ayudaron a mis hijos, algunos de los que les habían prohibido a sus hijos de que se ajuntaran con los míos se lo confesaron; el problema era que tu padre pitaba muy feo, le decían a mi hijo, ( pitar feo era decir la verdad sobre la situación), al menos hoy reconocen que se equivocaron y me piden que pite, que lo haga más feo, por todos los que tienen hambre, por todos los que tienen miedo y por todos los que allí murieron.

     Al siguiente día de llegar, lleve a mi hijo a un super market para comprar comida y vi como lloraba, le puse el brazo sobre los hombros y hubiera querido llorar con él, pero mis lagrimas se secaron la ultima vez que llore, que lo hice por ellos y mi madre muerta a la cual no sé donde la enterraron.

    Cuando llegamos a la casa de nuevo, me saco una botellita chiquitica de ron y me dijo; aquí te manda Julito, para que pruebes lo que bebe la juventud en Cuba, esto se llama "Chispa de Tren"._     Me di un traguito y regrese en el almanaque 28 años, me vino a la mente los muchachos de Luyano, unos han muerto, otros se fueron en balsa, otros presos y los que no han tenido problemas, estan hechos unos viejos, de una vejes prematura, la que producen el hambre y los sufrimientos. Los muchachos de ahora están bebiendo la misma mierda que bebí en mi juventud, solo que con otro nombre, nada ha cambiado y si se ha hecho, a sido para mal de mi pueblo.
 
 

                   Con mucho amor para todos los de mi generación.......
 
 
 
 

Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
1999.