Página de inicio
 El libro
relato siguiente
Indice de materias

 
Tenía la costumbre de levantarme a las cuatro de la mañana cuando debía presentarme a algún examen, los demás días no era necesario que pusiera el despertador, aunque no tuviera que salir me despertaba muy tempranito, casi siempre desde que se levantaba el primero en la casa, porque después le seguiría el segundo, el tercero, el cuarto y así una lista interminable hasta que empezaban las peleas con los niños, los cuales no se querían levantar para asistir a la escuela. La culpa de que continuaran con sueño no era de ellos, se acostaban tarde durante el verano debido a ese sofocante y húmedo calor que no comienza a disminuir hasta pasada la media noche, tampoco existía la posibilidad de darse un baño antes de acostarse, porque sencillamente no alcanzaba el agua recogida para darse esos lujos, había que asearse una vez al día porque era lo que estaba establecido en aquel campamento, esas reglas eran inviolables, de lo contrario no quedaría agua para descargar el servicio sanitario, lo que provocaría una peste constante dentro de toda la casa. El agua se almacenaba en la misma bañadera que tenía el baño, ésta era para esos usos exclusivos, la de cocinar y beber se recogía en tanques plásticos destinados para ellos. Para lavar era toda una locura, las mujeres de la casa (que eran varias) se repartían sus turnos, lo que se traduce en hacer una especie de cola dentro del hogar, ya que el agua no entraba a la vecindad todos los días y a veces el día que nos tocaba, la quitaban antes de tiempo, entonces Chelo que se estaba bañando se quedó enjabonada, Maité que lavaba la vajilla no llegó a terminar y Milagros que estaba lavando, comenzó a gritar encabronada cosas contra el gobierno, mientras su marido la mandaba a callar y justificaba todo con el maldito bloqueo.
Esa situación la encontré en aquella inmensa casa desde que me hice novio de mi esposa, creo que no me falta mucho para recibir a los nietos, y aun tienen a la gente mareada con los mismos cuentos, hoy es por culpa de un ciclón que contaminó todas las presas, mañana hablan del manto freático ( la gente no entiende nada) que disminuye cada día sus reservas debido a la sequía, después que si el mal estado de las tuberías y la falta de moneda convertible para adquirirlas en el extranjero, más tarde se culpa a los rusos por el derrumbe del Campo Socialista y al final caen donde siempre desean caer, echándole la culpa al bloqueo americano, de la jodedera que existe con el agua en la ciudad de La Habana y ahora en toda la República.

Al menos en la barriada de Santos Suarez, la ponían un día si y otro no, muchas veces eran un día no y el otro tampoco, un verdadero relajo, pero peores situaciones la tenían los infelices de La Habana Vieja, aquellos la tenían que cargar durante muchas horas y a veces muchas cuadras hasta sus domicilios, con el uso de tanques y carretillas, era también fuente de trabajo para algunos desocupados, que se buscaban de esta manera la vida.

No era solamente la falta de agua la razón por la que se acostaban tarde los niños, se le debe sumar a ello la dieta de apagones y la invasión de los mosquitos, de verdad que hay que ser algo así como Superman o en el peor de los casos estar muerto, para poder quedarse dormido en una situación como aquella, el que la ha vivido sabe que es desesperante y repetida durante tantos años crea un estado de impotencia en el ser humano tremenda. La gente es como los animales, el ser humano se acostumbra a todo, a lo malo y a lo bueno, pero en Cuba es a lo malo y a lo más malo, se acostumbran y no lo digo yo, hay que verlos soportando durante decenas de años estas penurias, que si no hay arroz, mañana te dan dos huevos para la semana, que si un pancito al día, que si no hay guagua, etc, etc. Todos protestan en sus casas y maldicen al Dictador, pero al final del cuento agarran una banderita y con el estómago vacío van a desfilar a la Plaza. Es parecido al caso de los presos que se acostumbran a estar trancados, cuando les dan la libertad, les dicen a sus compañeros que les guarden la cuchara de comer, a los pocos días de estar libres vuelven a delinquir y a las pocas horas están de regreso.

Me levantaba a esa hora con el sano propósito de estudiar, ante la imposibilidad de hacerlo durante la noche, por los mismos motivos que los niños ni nadie podía dormir, pero de nada me servía madrugar en una casa con tanta gente, porque cuando se acostaba el último, se levantaba el primero. Durante este corto tiempo leía todo lo que mi mente era capaz de asimilar, cuando las asignaturas no eran de razonamientos, en muchas oportunidades y ayudados por una lámpara de kerosen, mi esposa me hacía las preguntas y controlaba las respuestas por medio de un cuestionario que ya había preparado con antelación, creo que ella llegó a saber tanto como yo y mucho más que algunos de mis compañeros de esas asignaturas para las que hay que tener buena memoria.

A eso de las seis de la mañana me tomaba un vaso de leche cuando lo había y salía caminando hasta el paradero de guaguas de Palatino, yo podía ir para el puerto en la ruta 15 que pasaba por la calle Mayia, a solo dos cuadras de la casa, pero a esta hora ya venia repleta, con gente colgando de las puertas, gente en ocasiones malhumoradas y hasta violentas, gente que ante la escasez de jabón, de agua y de desodorante, a veces apestaban debajo de los brazos con tal fuerza que se sentía dentro de toda aquella atestada guagua. No faltaron las veces en las cuales cuando se bajaba el apestoso, la gente que conservaba el buen humor le gritaban,; ¡Oye, estás cortao!, Se te murieron Blancanieves y los siete enanitos!, Estás rabiando, pariente!. Así hasta que la guagua se perdía con las risotadas de todos los pasajeros.

Al examen tenía que ir vestido de uniforme blanco, siendo una de las razones por la cual prefería caminar varias largas cuadras hasta Palatino, a la misma hora de mi salida lo hacían otros vecinos, unos nos saludábamos, otros a veces no nos dábamos cuenta de nuestras existencia o simplemente nos caíamos mal y nos ahorrábamos el saludo, creo que las gentes son más corteses en los pueblos de campo. Siempre hacía el mismo recorrido, pues no tenía otra alternativa, tenía también la costumbre de caminar por la misma acera, me conocía de memoria todos los baches que existían en cada cuadra. No creo que exista una sola calle de Cuba que posea el privilegio de no contar con un bache, es increíble, en nuestro país estos crecen como las personas, yo me acuerdo de uno muy famoso que se encontraba en la calle Mayía entre Luis Estevez y Estrada Palma, a éste yo lo comparaba con mi hijo, nació un poco antes pero se llamó Esteban también, tenía un desarrollo formidable,era verdaderamente increíble como crecía diariamente aquel hueco, allí cayeron guaguas, camiones, autos y hasta bicicletas, hasta que llegó el momento en que nadie podía caer dentro de él, de verdad que se requería ser bastante idiota, debajo de aquel famoso bache existía una tubería de agua que siempre estaba rota, y aquel preciado líquido que tanta falta nos hacía dentro de la casa, corría libremente loma abajo como un caudaloso río en busca de algún tragante que no estuviera tupido, pero había que ver como refrescaba a medio barrio aquel salidero de agua, no me faltaron los deseos de llegarme hasta él muchas noches para darme una zambullida ya que aquello que comenzó como un vulgar hoyo de unos centímetros, medía unos metros a mi salida y aspiraba a convertirse en una piscina Olímpica con el dulce recorrer del tiempo.Recuerdo que cuando terminaba su recorrido cuesta abajo, frente a la panadería de la calle General Lee se formaba una gran laguna, que los autos y demás vehículos pasaban muy despacio para no apagarse en su centro, mas allá no se hasta donde irían esas aguas. Una cosa si tenían de positiva la existencias de estos baches, eran el único elemento regulador de la velocidad, muchas personas salieron heridas al caer con sus motos dentro de ellos, pero a cuantos no les salvaron la vida al obligar a los choferes a disminuir la velocidad, porque sepan señores, está mas que demostrado la agresividad de nuestros conductores. Hasta los rusos quedaron sorprendidos con nuestros increíbles choferes, dijeron muchos técnicos bolos (que así le llamaba el pueblo a los rusos), que en Rusia un camión KRAZ acababa con tres conductores, mientras en Cuba un solo chofer era capaz de destruir a tres de esos camiones, esto es un dato para ponerlo en los libros de los récords, mucha gente no puede imaginarse lo duro que son esas máquinas, y después el gobierno les puso en las manos camiones Ford, Nissan, Leyland, Barreiros, Fiat, Hino, etc (y eso que había bloqueo), aquellos de moderna tecnología duraron el tiempo que dura un merengue en la puerta de una escuela, acabaron con todos, por eso ahora tienen que tirar la caña con carretas de bueyes.

Caminaba media cuadra hasta la esquina de La Sola y Luis Estevez, allí en la bodega doblaba a la izquierda (que raro era el día que no había cola) y seguía por esa misma acera, me preparaba psicológicamente para que me saliera al paso el primer perro del barrio, este cabrón siempre me enseñaba la dentadura, pensaría el muy estúpido que yo era dentista, pero al parecer solo tenía problemas en los colmillos que eran los que mas mostraba, yo se los observaba en muy buen estado y la suerte era que aquel desgraciado me ladraba desde adentro de la cerca de su casa. En la esquina de una callecita que se llama Pasaje Oeste, me esperaba la misma cuadrilla de perros de todos los días, estos se destacaban por la mala memoria, me veían pasar con frecuencia por esa calle a la misma hora y no encontraba el día en que se acordaran de mí, poseían como la mayoría de los perros cubanos un mal humor del carajo, eran comparables con las personas que viajaban en aquellas guaguas repletas, todavía no me explico, como era que podían ladrar tanto si apenas comían. Eran bien indiscretos aquellos perros de nuestros barrios, cada vez que los veías en grupo, no paraban de estar oliéndose el trasero, de verdad que este es uno de los grandes defectos que poseen, yo creo que ya lo hacen por vicio porque no tienen razón para estar oliéndoselos todos los días, dicen, a mi no me crean, dicen las malas lenguas que un día fueron a una fiesta donde había que colgar el trasero, pero que en medio de ella se formó tremenda bronca y como todos salieron desprendidos huyendo, agarraron el primero que tuvieron a mano y ahora cada cual anda buscando el suyo. Pero esa insistencia en encontrarlo hasta la obsesión, solo la he observado en Cuba porque aquí en Canadá parece que sucedió lo mismo, pero los perros lo buscan una sola vez y no siguen con esa loca enfermedad de los nuestros. Ni los perros de acá dan muestras de ese mal carácter, uno pasa por un parque donde hay varios perros jugando libremente con los del barrio, algunos llegan y te saludan después de haberte visto en solo una oportunidad, si hacen caca, allá va el dueño con una bolsita y la recoge para botarla en la basura, así cuidan la limpieza del parque, pero en Cuba, allá en la isla los perros cagan en las aceras, en las puertas de los vecinos, en el portal de la bodega, a la entrada del policlínico, cagan donde les de la gana y si quieres tener un gran problema, ve a reclamarle al dueño.

Ese día no había ningún espectáculo porno en esa esquina y el ambiente estaba tranquilo a pesar de que el grupo crecía diariamente, pues no se observaba a ninguna perra ruína (en celo), cuando esto ocurre es tremenda la situación para la perra y para los vecinos, se convierten en algo así como lobos (más o menos como los marinos cuando llevan mucho tiempo de abstinencia sexual), todos pelean a la vez y cada cual intenta montarse a la hembra, siendo frustrados estos intentos por otro desesperado también, así se pasan horas y horas corriendo tras de ella, a mordisco limpio, ladridos, amenazas, con los pelos del lomo erizados, ahora en una esquina, luego dándole la vuelta a la manzana, hasta que los mas débiles se agotan y retiran quedando cada vez menos y, al final el vencedor se queda pegado por cerca de una hora. Lo más curioso de todo esto es que el vencedor es el que disfruta de la hembra y no tiene que ser el más bonito, comprobé que sucedía también con muchas mujeres, por eso, uno no se debe acomplejar de que si es flaco, si no tiene el pelo lindo, etc, etc. A la hembra hay que lucharlas en buena lid porque a ellas les agrada, eso tal vez lo aprendí de los perros de mi barrio. Aquí en Canadá son tan bellos, hay tantas variedades de raza que volverían locas o locos a cualquier perro, pero de verdad que los veo un poco flojitos, muchos paseitos por la mañana, que si el parquecito, la comidita elaborada, la visita al veterinario, el champú, la cadenita para las pulgas, puritas mañitas las de estos perritos, ¡es más, todavía no he visto a ninguno pegado!.

Como veo que hoy no se metieron mucho conmigo, me voy haciendo preguntas mientras camino, el examen era de Navegación y Astronomía Náutica y de verdad que no quería pensar en otra cosa, solo me sacaba del paso algún ladrido cercano o la presencia de un bien formado fondillo de mujer (trasero), crucé la calle Goss y en la esquina había una bodega, a su lado lo que llamaban el Punto de Leche, ¿quién rayos entendería esto?, pero así se llama y esta es otra de las virtudes de los piases comunistas, le cambian el nombre a todo, no dejan nada como estaba, es como si los recuerdos del pasado molestaran demasiado, ¿quién ha visto un punto de leche ni nada por el estilo?, pues aquello que antes se llamaba lechería, que era el lugar a donde la gente se dirigía para comprar este producto u otros lácteos, ahora se llama así y cuando pasen más generaciones no existirá otro nombre que ese que ellos le pusieron. Ambas estaban cerradas y tampoco tenían cola, ¡que raro!, seguro que no había nada que vender.

En la mano cargaba un libro muy grueso y pesado, me lo habían prestado y lo usaba solamente como libro de consultas, pesaba alrededor de unas tres libras y media, tal vez unas cuatro, me refiero al American Practical Navigator, este gran libro venía a ser como la Biblia de los navegantes, antes de que apareciera todo el desarrollo tecnológico, que disminuye en más de un setenta por ciento el trabajo de los Pilotos en el puente, pero que los hace cada día mas incompetentes cuando cualquiera de estos equipos se rompen.

Cuando finaliza la calle Luis Estévez, existe un gran vacío producido por lo que antes fuera una línea de tren, tren que nunca existió en mi memoria pero que de acuerdo a mi suegra, tenía el recorrido entre El Rincón y Agua Dulce, esta línea cruzaba la calle Lacret y luego corría paralela a Via Blanca, bueno, allí donde se me terminaba la calle, existía una bajadita que usábamos todos los vecinos, ésta moría en Lacret donde había una lavandería que atendía a los Círculos Infantiles (guarderías). Esta línea puede haber quedado fuera de servicio desde hace muchos años, sin embargo, había otra que salía desde la terminal de Tulipán en el municipio Plaza hasta Pinar del Río, era un tren bastante viejo que resolvía mucho el problema del transporte para las personas que viajaban a Marianao, Lisa, San Agustín y otros pueblos aledaños a La Habana, pero que línea más bruta, como no la reparaban le dio por ponerse en mal estado, y resolvieron el problema al estilo cubano, la declararon fuera de servicio y no se sabe de que manera, de la noche a la mañana, los vecinos de esas zonas arrancaron todos los travesaños de madera. Ahora, por culpa del imperialismo, tienen que hacer esos largos recorridos hasta la capital en bicicletas.

Cuando llegué a Vía Blanca, continué mi paseo por la misma acera y a la vez que cruzaba lo que antes fuera una línea, entraba en otro barrio de La Habana que se llama Palatino y la acera opuesta pertenecía al Cerro, si mirabas a ambos lados el paisaje era el mismo, casas que no se pintaban desde 1959, uno que otro taller, algún almacén pero muy próximo a donde me dirigía, se encontraba aquello que una vez se llamó Fruticuba, creo que este era el único sobreviviente de una gran cadena de ellos, que abrieron en la década de los sesenta, dondequiera encontrabas un Fruticuba con un muy variado surtido de frutas nuestras y jugos naturales, pero por culpa del bloqueo, se desaparecieron los mangos, las guayabas, guanábanas, chirimoyas, mamoncillos, mamey colorao, mamey de Santo Domingo, nones, caimitos, zapotes, naranjas, plátano manzano, ciruelas, marañones, hay que reconocer que los americanos son malos, ¡mira que hacer desaparecer todas nuestras frutas!, de esa misma manera desaparecieron estos comercios conocidos como Fruticuba, y solo se les quedó el nombre Cuba, este estaba tan pelado como nuestra isla y la oferta más grande que brindaba a la población, eran las moscas que siempre se mantuvieron fieles a ellos y nunca los traicionaron, de esa misma manera desaparecieron los llamados Mar-Init, donde disfrutábamos de buen pescado tropical, paellas, mariscos, etc, de estos no quedan ni el recuerdo, las soluciones a las faltas de ofertas y mantenimiento de las instalaciones era ese que después se extendió por toda la isla, cerrar.

Caminaba pensando en mis preguntas y respuestas pero muy atento a todo lo que me rodeaba, calculaba las velocidades de los autos y camiones, para compararlas con la mía ante la proximidad de algún degenerado bache de agua sucia, no es que los choferes cubanos sean malos, yo creo que los malos son los baches, no se de que forma logran ponerse debajo de las ruedas, en el momento en que estás caminando por la acera muy cerca de ellos, lo hacen para mojarte ante la envidia de que estas limpio y después ves alejarse al vehículo con su carga de gente riendo de tristeza por lo que te había pasado, de verdad que esos baches tienen el alma negra, pobres madres de los infelices choferes a los que siempre culpábamos y se la recordábamos con mil extrañas palabras.

En mi caminata hacia el paradero y después que pasaba el muro del Acueducto, trataba de respirar bien profundo ante el paso de guaguas y camiones, quería aspirar todo el agradable carbono que expulsaban los vehículos soviéticos, me daba mucha gracia regresar a la casa con el cuello de la camisa y a veces con el uniforme entero lleno de hollín, mi esposa se divertía también con ello, era tan fácil quitar todos aquellos punticos negros con el jabón que nos daban, son situaciones entrañables, divertidas, agradables, que muchas veces me hacen caer en la nostalgia por volver a vivirlas.

En la esquina de Primelles o la Calzada de Palatino yo doblaba a la izquierda en busca del paradero, solo me faltaban unas dos cuadras y a mi derecha aun funcionaba una papelera, ¡que raro!, en ese tramo de camino me venía a la mente una hermosa muchacha, que todos los días tomaba la guagua a la misma hora que yo, mejor dicho, estaba tan buena, que yo trataba de caminar todas esas cuadras para no perdérmela, por el camino siempre preparaba algo para decirle en cuanto la viera, pero debo confesarles que a veces me porto como un muchacho tímido, no sé, solo de ver a aquella hembra se me trancaba la lengua y no me salían las palabras, esta situación empeoraba cuando ya me decidía a decirle algo y ella tomaba la iniciativa con cualquier pregunta o comentario, solo con preguntarme la hora bastaba, la tipa me sacaba del paso y no había manera de regresar al punto de partida, se me olvidaba todo y me ponía muy nervioso, ¡que clase de hembra, caballeros!, ¡que caderas!, ¡que cinturita!, ¡que cara!, ¡que pechugas!, pero sobretodo ¡que sentaderas!.

Llegué a la esquina y pude divisar a todas las personas que estaban en la cola, aquella estatua no había llegado por suerte, todos eran los mismos, en Canadá es igual y así debe ser en el mundo entero, a la misma hora las mismas caras, parece que siempre son los mismos los que trabajan, atrás, debajo de las sábanas, quedan los vagos, los que roban, los políticos que viven del cuento ( como gastan estos cabrones), las putas trasnochadas y sus chulos, en Cuba los que viven del invento y en Canadá, los que viven de nosotros los que trabajamos y los mantenemos con los impuestos.

Llegué e hice la pregunta de rigor, ¿quién es el último?, la pregunta del bobo pero establecida por la costumbre, siguiendo a un último idiota que la hizo un día y ahora se repite donde quiera, de generación en generación, porque mira que ha muerto gente en esta isla, pero lo que sigue más viva y vigente es la desgraciada cola. El tipo que estaba delante me dijo que era él y creo que lo comprendí, solo que a partir de entonces el último idiota era yo. No había un lugar de La Habana donde siempre apareciera una persona a picarte (pedirte) un cigarro, hacía solo dos o tres años que la isla había sido azotada por una terrible Ley Seca, pero no solo eso, también desaparecieron los cigarros y tabacos como por arte de magia, ¡que poderes tenía la varita de nuestro principal mago!, todo desaparecía de la noche a la mañana, miren que perderse estos productos que siempre fueron unos de nuestros principales renglones en la economía, ¡rayos!, esos americanos han acabado con nosotros. En ese tiempo daba pena ver a hombres recogiendo colillas en las calles, hombres que otros tiempos tuvieron dignidad, otros te solicitaban una cachada (una fumada) al cigarro que tenías encendido, así como se lo cuento, pero lo más jodido de todo es que no te conocían y en muchas oportunidades me preguntaba, ¿esta gente está loca?, ¿cómo pueden poner los labios donde lo hace un desconocido sin saber si está enfermo?, ¿qué está pasando con mi pueblo?, muchas veces arrojaba el cigarrillo encendido ante la proximidad de la guagua y vi como era recogido por otro ser en estado de desesperación por fumar, en esa época que les cuento nosotros no teníamos racionados los cigarros en la marina, y éstos fueron usados en muchas ocasiones para sobornar a personas en terminales de ómnibus, aeropuertos, hoteles, restaurantes,etc.

Había un tipo en esa parada que me tenía cazada la pelea (vigilado), cada vez que yo llegaba a la cola se acercaba a pedirme un cigarro, de verdad que ya me tenía un poco jodido con aquella maniobra, pero no podía negárselo, yo sabía lo que era desear fumar en la mañana y además de eso, el tipo no tenía cara de descarado, era sencillamente un trabajador al que no le alcanzaba el salario para fumar, lo más correcto era que dejara el vicio, pero supongo que ese era el único lujo que ese infeliz se podía dar.

Poco rato después doblaba por la esquina, la bestia (mujer hermosa) de la que les había hablado, enseguida me puse a preparar mi discurso mentalmente, mientras observaba como toda la gente seguía con la mirada a esa hermosa demostración de lo que era una distribución perfecta de carne humana, hasta las mujeres la miraban, quizás por envidia, tal vez para fijarse donde debían ponerse rellenos, como maquillarse, de que forma caminar con elegancia y darle ese movimiento al trasero que vuelve loco a los hombres, todos miraban, puede ser también por chismosos, porque en Cuba hay mucha gente que dice que no les gusta el chisme, pero les entretiene. Para disimular abrí mi libro y me puse a ojearlo mientras la seguía con el rabillo del ojo. Cuando llegó junto a mí me hizo la misma estúpida pregunta, pero en su boca sonaba linda y hubiera deseado estar tirado en una cama con ella, para que se pasara la vida preguntándome lo mismo, ¿el último?.

- Soy yo, mi niña.- Contesté, y preparaba mi andanada de palabras cuando ella, para joderme, como siempre lo había hecho, me preguntó.

- Compañero, ¿ese libro es una novela?.- De verdad que se jodió todo lo que preparé durante mi trayecto, creo que ella sabía mi debilidad y disfrutaba con esta tortura que me hacía. Los de la cola al sentir la voz de la bestia giraron un poco sus cabezas en nuestra dirección, a esa hora todos desearían mover las orejas como hacen los caballos y otros animales, pero esto solo se lo he observado a un caballo que habla mucho por la televisión, el que no se haya dado cuenta, que lo observe en uno de sus prolongados discursos.

- No, mi amorcito, este es un libro de estudio.- Respondí con un poco de frustración, las piernas me temblaban y la lengua daba síntomas de querer enredarse, desconozco los verdaderos motivos pues nunca padecí de ataques epilépticos. Todos los cabrones de la cola seguían con atención el establecimiento de ese diálogo, a esa hora de la mañana el silencio era roto solamente por el pasar de algún vehículo, por eso, lo que hablaban los primeros de la fila, lo escuchábamos los últimos y en ocasiones se producían intercambios de opiniones entre todos los de la cola.

-Y usted se puede meter todo eso?- Coño, aquello me produjo un respingo del carajo, nunca esperé semejante pregunta, ni que esta saliera de una boca tan bella, entonces la gente giró aun más la cabeza esperando mi respuesta, es que los cubanos son así de jodedores a cualquier hora del día y la noche, no importa el lugar para joder puede ser en un entierro o en una boda, pero eso es lo que ellos estaban esperando y yo no podía dejar de complacerlos, porque de lo contrario quedaba choteado (ridiculizado). Solo tenía dos opciones, quedar en ridículo con la gente de la cola o perder aquel sueño adorado, pero también pensé, bueno ¿y si esta es otra jodedora?, opté por lo segundo, le mostré la última página del libraco, era la número 1524 y ella lo leyó con mucha atención, después con la dulzura que se merecía aquella diosa le respondí.

-Si, mi amor, yo me lo puedo meter todito, me meto todos los días una hoja y me demoraré más de tres años, lo malo de esto es querer metérselo todo de un viaje.- Me quedé pasmado con la respuesta que me salió de no se sabe donde y esperé tranquilamente la bofetada mientras todos en la cola se reían, yo sabía que había ganado.

- ¡Comemierda!.- Eso fue todo lo que me dijo aquella encantadora mujer y ya después no me dirigió más la palabra, luego todos abordamos la guagua y allí pude leer otro poquito antes de llegar al buque escuela.

Al final del examen yo sabía que había aprobado y regresé contento a la casa para prepararme para el otro que tendría dentro de tres días, volví como siempre a levantarme a las cuatro de la mañana, después de mí, sonaban los despertadores en cada cuarto a horas diferentes, por el día para refrescar un poco daba una vuelta por el barrio con mi hijo, contaba los baches, inscribía a los nuevos que estaban naciendo, chequeaba mi manada de perros (nunca cambiaron de carácter) y al tercer día regresaba a la terminal de Palatino a tomar la ruta 16, pero ahora con un libro mas pequeño, ese día al pasar por la cola, ya mi amiga estaba en ella y cuando la miré, la muy cabrona me sacó la lengua.

Se lo dedico con mucho cariño a mi suegra Dora Chirino Dopaso.
 
 
 
 

Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
8-7-1999.