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Estando estudiando la asignatura Oceanografía, en una de sus
clases el profesor nos decía que el mar mientras más azul
era más desértico, después comprobé lo que
él nos había explicado en el libro de texto que poseíamos
y ya nunca se me olvidó.
Pasaron muchos años y navegué por muchos mares de Europa, Asia, Africa, Medio Oriente y América, éstos nunca llegan a ser tan azules como los océanos, por diversas razones que pueden ser la desembocadura de caudalosos ríos, la profundidad y la fauna de sus fondos, la existencia de organismos vivientes casi imperceptibles al ojo humano, etc. Pero los océanos son otra cosa, allí el azul es bien intenso en los días despejados, es puro y llega a ser muy monótono cuando llevas muchos días navegando por él, perdí la cuenta de las veces que atravesé el Atlántico, el Pacífico y el Indico, de este a oeste y tanto por el norte como por el sur. Siempre nos veíamos obligados por cualquier razón a parar, para efectuar reparaciones eventuales en el departamento de máquinas, las más largas fueron las paradas que hacíamos para cambiarle la camisa a cualquier pistón, en condiciones normales lleva muchas horas este proceso, empezando porque hay que esperar a que la máquina se enfríe para poder abrirla, operación que se llevaba a cabo después de consultar muy bien los partes meteorológicos, ya que durante un mal tiempo es algo casi imposible de hacer y muy peligrosa, en ese caso se clausuraba el pistón averiado y se continuaba la marcha con la velocidad reducida, para evitar en todo momento que el buque se atravesara a la mar. En todas esas paradas pude comprobar que no siempre la teoría que habíamos aprendido en la escuela se ajustaba a la realidad, en aquellos parajes distantes a cientos de millas de la costa, de un azul increíblemente embriagador, donde se suponía que era el desierto dentro del mar, a las pocas horas de nuestra parada y atraidos por la comida que se arrojaba al mar por parte de los camareros y cocineros de abordo, aparecían de no se sabe donde, aquellas hermosas figuras de perfecto corte aerodinámico que tanto teme el hombre, los tiburones, de distintas especies y tamaños, de variados colores, pero temidos aun desde la altura del puente de nuestro barco, entonces preparábamos nuestros cordeles para pescarlos. Los comí en muchas oportunidades, solo apetecí a los más jóvenes ya que los tiburones viejos tienen la carne más dura y elástica, además de encontrarles un ligero olor parecido a la orina. En aguas cálidas aparecían los Dorados, Petos y en el Océano Indico observé unos calamares bastante grandes. Lo mismo sucedía con las aves, ¿quién creería que a varios días de la costa más cercana se pueden encontrar aves?, un día de distancia de la costa para mí eran 360 millas en un buque de 15 nudos de velocidad, así que podrán imaginarse uno de estos pájaros en medio del Pacífico, a cuantas millas se encontraría y no hubo paraje de la tierra donde no los encontrara, rara vida esta la de esas aves que solo llegan a tierra en la época de celo y reproducción. Tal vez son más inteligentes que los hombres pues allí son más libres y nadie las jode. Gaviotas le decíamos a todas, no nos importaba el color ni el tamaño, bastaba que estuviera en medio del mar y se alimentara de peces para que la llamáramos por este nombre, sabe Dios a cuantos otros pájaros que no lo eran hemos ofendido por nuestra ignorancia. Había unas bien grandes de color negro, creo que de ancho entre sus alas en pleno vuelo podía medir más de un metro, éstas eran especialistas en el arte de pescar, se embarcaban en los barcos que pasaban por su zona y viajaban volando paralelas al buque a la altura de la proa, y cuando algún pez volador salía disparado por el aire asustado por la presencia del buque, éstas se lanzaban en perfecta picada y los atrapaban en pleno vuelo, así en pleno vuelo lo acomodaban y se lo comían, esta acción yo la seguía con los binoculares y nunca me aburrí de observar aquella maestría de esas gaviotas. Debo decirle también a muchos de los que me leen, que los peces voladores solo utilizan las alas para planear y no las mueven en pleno vuelo, aunque les parezca increíble, ellos se impulsan con la cola, la cual meten en el agua con este propósito y los he visto desplazarse fuera del agua a distancias hasta de cien metros. Cuando el buque está muy cargado y embarcando olas o no, caen a bordo en horas de la noche y como mis guardias eran de cuatro a ocho de la mañana, siempre alumbraba la cubierta y cuando veía puntos luminosos sobre ella, salía con un cubo a recoger mi pesca, eran deliciosos fritos, muy parecidos a las sardinas pero el doble de grandes. Las gaviotas se mantenían volando con nuestro buque durante una semana aproximadamente y por cosas que son un misterio de la naturaleza, nos abandonaban y regresaban a su zona de origen. En varias ocasiones las observé volar hacia un barco que venía de vuelta encontrada, o sea, con un rumbo contrario al nuestro y así emprendían su regreso. Es un misterio el sentido de la orientación de estos animales y como es posible establecer límites en el mar, sin tener un punto de referencia. Les cuento, que una vez navegando a bordo del buque Casablanca, embarcó en el puerto de La Habana una gata que le faltaba un ojo, la gente le decía "La Pirata", a los pocos días de navegación se perdió de la vista de todos volviendo a aparecer cuando ya nos encontrábamos en el Pacífico, parece ser que el hambre era demasiado fuerte y ella fue directamente a la cocina, donde el cocinero asombrado con su presencia le dio comida y me llamó al puente, me puse a velarla y vi donde se metió, muy cerca de la chimenea del barco en un respiro de máquinas donde había un motor eléctrico, para ventilar parte del departamento, le dije al cocinero que me avisara cuando ella volviera a la cocina para saber cual era su misterio y al día siguiente fui directo a su escondite y descubrí que la Pirata tenía dos gaticos, los saqué con mucho cuidado y los coloqué debajo de mi buró sobre una frazada que les puse. Cuando la gata regresó de comer y no encontró a sus crías, anduvo por todo el barco maullando hasta que los encontró, no le pareció mal aquel alojamiento y allí se quedó hasta que sus hijos crecieron, después era una verdadera complicación, si yo partía para el puente a mis guardias, era seguido por tres gatos, si me dirigía al comedor, allá me seguían los gatos. Los peces voladores que recogía no me los podía comer, los tenía que guardar para los gatos y la cosa se puso peor, cuando la tripulación se encariñó con aquellos tres animalitos, a la hembrita le decían La Niña por su delicadeza y femineidad, al macho le pusieron El Ronco, por el tono en que maullaba y la madre ya estaba bautizada. Siendo aun pequeñitos vino un día el camarero a explicarme, que necesitaba la presencia de la gata en el pantry porque estaba invadido de ratas y le dije que tomara a todos y se los llevara para el lugar y así lo hizo, eran tres pisos debajo de donde yo tenía el camarote, pero a la gata no le gustó su nueva acomodación y agarró con la boca a un cachorrito y lo puso de nuevo debajo de mi buró, volvió a bajar y trajo consigo al otro, estaba decidido que ella había nacido para Primer Oficial como yo. Cuando el tiempo era bueno la gata salía por la cubierta a buscar peces voladores y se los comía en el lugar, era tan decente que sus necesidades las hacía en la proa y yo observaba por los binoculares sus intenciones de taparla como cualquier gato de vergüenza, solo que allí el terreno era de acero, entonces le puse en la cubierta de botes una caja de arena como servicio sanitario, para los días en que había mal tiempo y no podía salir hasta allá.Les hablé de los gatos porque ellos estaban vinculados a una gaviota, creo que a la gaviota más fatal que ha existido en la tierra, imagínense que ustedes estén volando en medio del Pacífico durante muchos días, que en uno de esos momentos se encuentren extremadamente agotados y vean en el horizonte a un barco, dirán "¡coño!, aquel barco me salvará la vida", y vueles en su dirección a toda la velocidad que te dan las pocas fuerzas que te quedan, que cuando estés muy próximo a él observes que tienes además, las portillas (ventanas) de los camarotes abiertas y te dan la bienvenida, entonces pensarás en medio de aquella agonía, "¡carajo!, de verdad que he llegado a un barco donde todos son buena gente", y decides entrar por una de esas ventanas, pero que fatalidad, estabas totalmente equivocado. Las portillas estaban abiertas no porque la gente fuera buena ni un demonio, estaban así porque el barco no tenía aire acondicionado y navegábamos muy cerca del Ecuador, donde las temperaturas son parecidas a las del infierno y cuando entraste a ese camarote, te encontraste con una sorpresa muy difícil de esperar en medio de un océano, que allí donde elegiste meterte entre todas las posibilidades que se te ofrecían, habían nada más y nada menos que tres gatos locos por comer comida fresca. Cuando bajo de la guardia al camarote, me encuentro a aquellos tres cabrones gatos que le tenían un cerco tendido a aquella pobre ave, me puse un par de guantes para agarrarla cuando vi su afilado pico y la saqué ante la protesta de estos injustos comilones. Hoy, cuando me dirigía para el trabajo con la finalidad de hacer horas extras, llegué a la parada de la guagua (autobús) y noté que estaba muy vacía, era lógico porque en verano cambian los horarios y yo no había observado la planificación de los mismos que son distribuidos en todos los buses y estaciones de metro. No había nadie en la parada a esa hora, solo un cubano que como siempre está atrás del palo (desinformado), entonces decidí prender un cigarro mientras observaba que el parquecito infantil, la calle y muy próximo a mi lugar, estaba lleno de gaviotas, palomas y unos pájaros negros que en realidad no se como se llaman. Estos animalitos y las palomas, son las únicas aves que permanecen con nosotros en el invierno, inviernos que llegan a los 40 grados bajo cero y cuando el hielo me lo permite, los veo por la ventana reunidos alrededor de las chimeneas de los edificios vecinos tomando calor, como todos se reúnen formando algo así como un círculo, no sé por qué razón los asocio con las reuniones del Partido allá en Cuba, lo único que sé, es que después de esas reuniones, ellos parten para los patios de los vecinos y con su fuerte pico rompen las bolsas plásticas de la basura para alimentarse, en cambio las palomas son más decentes y la gente les ofrece alimentos durante todo el invierno, en el techo de mi patio viven varias de ellas desde hace más de tres años. Fumándome el cigarrillo se me aproximó una de estas gaviotas, son de color blanco, con las alas grises y la cola negra, las patas son de un amarillo pálido con una ligera tonalidad verde igual que el pico, pero parece que cuando las estaban diseñando, al cabrón pintor se le fue un brochazo y le cayó un poco de pintura negra en el pico; la tipa se arrimó tanto a mí que solo nos separaron unos centímetros, llegó con un andar elegante y provocativo, algo seductor como moviendo demasiado el culito, aquello me hizo recordar a las cubanas, ese caminar sexy no se encuentra en todos lados, allá notarás que con solo media libra de nalgas una mujer revuelve todo un barrio, acá es diferente, con varios kilogramos de culo y buen cuerpo no lo saben utilizar, son caprichos de la naturaleza. La tipa me mira interrogante y curiosa, yo le doy una bocanada a mi cigarrillo, gira a mí alrededor unos 180 grados y la sigo observando, la muy descarada inclina la cabeza y me observa de arriba a abajo, me pregunto qué coño le pasa a esta gaviota conmigo, ¿será que le gusto?, entonces la muy cabrona me dice con tremenda tranquilidad: - Ven acá tu, tu no das ná. - ¿Ná, como qué, tu descará?. - Cualquier cosa. - Yo solo cargo caramelos y cigarrillos para el trabajo.
- Ven acá, ¿ya ustedes no pescan?- Le pregunté
con la mirada y ella con toda la ecuanimidad del mundo me contestó:
Con mucho cariño para mi amigo el Capitán Jonás Gainza Figueredo, compañero de estudios desde 1967, para su esposa Carmen e hijos. Para que vivan conmigo. Esteban Casañas Lostal.
Montreal..Canadá
26-6-1999. |